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domingo, 8 de abril de 2018

El Matalote 15

Chairos

Surge, desde las alturas del Mirreynato (verdadero poder que marca la agenda de consumo en moda, política y cultura social, según escribe Ricardo Raphael en su libro del mismo nombre), esta expresión lapidaria y exitosísima, que ha servido para completar el trabajo de polarización de la sociedad que los ideólogos de izquierda han empezado, desde sus nichos de influencia y esfuerzos propagandísticos, donde se critica al sistema neoliberal con contrapropuestas inviables, que obvian el Estado de Derecho y el rumbo de un país interdependiente del resto del mundo. No digo con esto que la versión tropicalizada del neoliberalismo del PRI no haya transgredido principios constitucionales, pero eso habrá que revisarlo y ponerlo en orden para seguir con las reformas urgentes, cuyo retraso en su aplicación nos está ahorcando a los ciudadanos de a pie.


Poco antes de que iniciaran las, cínicamente llamadas, pre-campañas de los candidatos a la elección presidencial del 2018, se empezó a escuchar este término entre los grupos de derecha, doblemoralistas y simuladores, para referirse a los seguidores de izquierda, como una forma muy efectiva de menospreciar o invalidar las razones por las cuales apoyan a sus candidatos. (Lo que Octavio Paz llamó el deporte nacional: el ninguneo. Lo traemos en la sangre)


El término “Chairo” es una bomba nuclear en el complejo imaginario del mexicano, pues despierta los miedos ancestrales, las pugnas intestinas entre castas, clases y grupos que hasta la fecha siguen rigiendo la movilidad social y determinando las oportunidades de desarrollo de los individuos (meritocracia), pues ya no sólo hay que compensar el hecho de ser indígena, pobre, moreno e inculto, el tiro de gracia es este epítome que invalida cualquier esfuerzo por salir de la condición en que se ha nacido.


Es la declaración de exterminio de la clase hegemónica hacia el resto de la población, hacia todo lo que no es como ella; la anulación del otro. Y es lo más antidemocrático que se puede practicar; un estigma social que hace del naco que se quiere superar un naco “reloaded”, empoderado, que es imposible permitir. Eso sí le da pavor al sistema. Más que el comunismo. Y está dispuesto a combatirlo con todo. Por eso la difusión de este insulto es la mejor estrategia para combatir al pueblo emancipado que, por primera vez parece que ahora sí se le subió a las barbas al poder.


Tuvo tal relevancia el término en redes sociales que llamó la atención de El Colegio de México, que lo estudió y luego emitió su propia definición, que a la letra dice: “Sustantivo y Adjetivo (ofensivo) Persona que defiende causas sociales y políticas, en contra de las ideologías de derecha, pero a la que se atribuye falta de compromiso verdadero con lo que dice defender; persona que se autosatisface con sus actitudes”. Diccionario del Español de México, ColMex.


Nótese desde dónde está redactada esta definición. No es lo mismo decir “persona que defiende causas sociales y políticas, en contra de las ideologías de derecha”, a decir “persona que defiende causas sociales y políticas a favor de las ideologías de izquierda”. Hay una amenaza implícita hacia la derecha.


El término Chairo es una bala de fuego enviada desde el poder, entiéndase, la clase culturalmente dominante, para desempoderar un movimiento social que se les está saliendo de control, y apelan a lo más íntimo, a la inseguridad más básica del pueblo: sus orígenes, su pasado oscuro, su humillación ancestral. Una guerra psicológica de profundidades insondables.



Ahora quiero elaborar un poco sobre la última frase de la definición: “persona que se autosatisface con sus actitudes”. Es necesario que sepamos todos que Chairo, deviene de chaqueta, que en el habla popular machista significa masturbación. Es como cuando una señora bien dice que algo “está cañón”, obviando la palabra “cabrón”, por un modismo que resulta “cool”, y es socialmente aceptada como correcta y no vulgar, lo cual sería impensable en una dama de su condición. O sea, que si saben esto, se hacen pendejos todos los que dicen una cosa por otra para no caer en léxico de la broza.


Chairo es el que se masturba física o mentalmente con sus propias ideas; real o metafóricamente con su propia condición, y no se expone a las diferentes formas de pensar o con la evidente realidad; no se relaciona con otros porque no le importan o porque son inalcanzables. Es el chaqueto, el puberto que se satisface solo. Con eso no se hace política, sino cuando mucho, sólo se ejerce el auto-erotismo o la ética de salón. Nunca la mayoría de edad. Menos la política o la social.


Nunca una ideología consistente basada en teoría del Estado o en filosofía social que sirva de apoyo -antes bien los debilita- a los grupos de vocación social o causas populares, en su mayoría derivados del mal leído y peor entendido Marxismo-Leninismo, y su triste intento de implementación práctica, cuyo evidente fracaso se firmó en 1989, con la caída del muro de Berlín; sazonados, éstos, con un mucho de chabacanería nacional, resentimientos sociales, malos hábitos tercermundistas (como las canonjías otorgadas por los líderes charros y los sindicatos que imponen por la fuerza su cultura del nepotismo), lo cual hace un ceviche de demandas sociales desmedidas, venganza, odio al que no sufre las mismas condiciones, y falta de objetividad ante el avance estructural del país y su participación en el entorno internacional.


El chairo, entonces, es el término con el que se quiere despreciar al opositor del stablishment, justificando que sus argumentos son “chaquetos”, baratos, inmaduros, populistas, ingenuos, de corto alcance, poco académicos; o sea, no son de “gente bien”, instruida, creíble, respetable, estudiada, confiable.


Y es que se tiende a pensar que los seguidores de las izquierdas son nacos que no están preparados porque siguen pensando en la implementación de un socialismo real en el que, idealmente, la riqueza se repartirá mejor, y buscan un cambio radical, cueste lo que cueste. Y no lo dimensionan porque no tienen nada que perder. Esa es la percepión de las élites sobre el resto de la población.


Lo cierto es que, a la fecha, no hay ningún movimiento que sostenga este ideal que no esté fundado en la utopía, las fantasías megalómanas de su líder y la revancha social de sus integrantes; es decir, MORENA y su encantador de ratones, Andrés Manuel López Obrador, el rey de los “chairos”.




Lo siento. Sobran ejemplos de declaraciones, mala interpretación de la ley, desconocimiento de las teorías políticas, semejanzas chavistas, pretextos, amenazas, opacidad y el riesgo latente de un presidencialismo tiránico que no respete a las instituciones democráticas una vez que se haga con el poder.



Urge un cambio, sí. ¿pero es el momento de tirar el trabajo de cincuenta años por la borda por una moneda al aire que tiene dos caras; o rescatar lo bueno y gobernar con ética y honestidad, respetando el Estado de Derecho que nos rige y nos protege desde la Carta Magna?





José Manuel Ruiz Regil



Poeta, publicista y analista cultural

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