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martes, 3 de abril de 2018

El Matalote 14


Recuento rápido de S.S. (Semana Santa)


I

Empecemos desde el viernes anterior. Esa noche fue de Mixcoatlecos, reunión de escritores en Mixcoac. No estuvo Maty, ella se fue a Querétaro con sus nietas. Pero estuvo Silvia Duboboy, que volvió de Suiza donde se pasó unas semanitas de lo lindo, en compañía de su hijo, que vive allá. Nos platicó que casi se pierden de noche, en medio de la nieve, pero lograron ganarle a la oscuridad con determinación. Esto es interesante que te lo cuente una mujer de su edad, que ha hecho ejercicio toda su vida, pues es una muestra de que la disciplina reditúa, y hasta te puede salvar la vida.

   
Luego nos platicó sus aventuras en Valle de Bravo, donde vive la mayor parte del tiempo; sus experiencias con el bote (barco, cayak u lo que sea), y las razones por las cuales ella prefiere estar en la ciudad en época de vacaciones, y no por allá, pues “el lago ya se volvió muy peligroso, la gente es muy irresponsable y suceden muchos accidentes”. “Aparecen muertitos que la noche anterior se tiran al agua gritando: ¡Viva México! con la botella de cerveza en la mano”. Así es que por eso asistió a la reunión, para brindar con vino, comulgar con queso y pan y otras exquisiteces que suelen acompañar estos fines de semana.

Leímos texto cada quien (Cármina, Paco y yo). Sin embargo, nuestras creaciones parecieron no interesar más que los bocadillos y bebidas que la buena voluntad y la generosidad de todos, especialmente de los anfitriones (Paco y Arturo) dispusieron en la mesa.




II

Ya nos habían buscado Laura, Carla y Marijó para pasar una tarde de chorcha con ellas en su casa. El sábado no pudimos pues yo tenía que entregar una propuesta de trabajo que me llevó hasta la noche terminarla, pero el domingo sí. Pasaron por nosotros a la casa, como a las 5 de la tarde y nos invitaron un delicioso helado Santa Clara. Yo comí uno de menta y chocolate en barquillo de chocolate, mmm… delicioso, y Claudia uno de fresa con nuez. Le encantó. Estab muy contenta.

Nos sentamos los cinco -¿las cinco, debería decir, si yo era el único hombre?- Así entramos montados en burrito blanco a la ciudad sagrada de Jerusalén. Sin querer inauguramos la semana santa sacudiendo los ramos de la amistad y la lectura. Esa tarde Carla nos entregó un tambache de libros que eran los de Pita (mi abuela materna, que murió hace casi dos años). Ella tenía su Exlibris: “Lupita Regil”. Nuevo acervo para la biblioteca Poeta y Bruja. Aunque creo que lo más valioso de ahí son tres novelas de Isabel Allende que leeré, de pronto.





III
 
El lunes de vacaciones -para la mayoría de la gente; no para nosotros- fue día de producción. Un proyecto que traíamos desde agosto Miguel y yo con Alan, artista plástico, pero por una causa o por otra se fue postergando hasta ahora. Salimos a las 11:30 de San Ángel rumbo a las Pirámides, a la planta de Mármoles Puente. Hicimos como hora y media de camino, según previó el Waze. Al anunciarnos, nos recibió el gerente, un hombre de baja estatura, muy amable, vestido de traje azul marino, sin corbata. Bajo la luz de aquella nave industrial cubierta de domos, hacía un calor sofocante.

Peñalta, o “el maestro”, iba de un pasillo a otro, a paso firme, buscando algo que se prefiguraba en su mente, al tiempo que se dejaba impactar por las formas caprichosas de las planchas de mármol, ónix o cuarcita, que son las piedras que más le han dado para su trabajo de hacer visible lo invisible; lo que el tiempo ha encapsulado sólo para algunos que pueden ver (“el que pueda ver, que vea”).

Miguel fue acompañado por un joven asistente, Isaac, que lo seguía con el monopié detrás de Peñalta para captar el proceso de búsqueda y selección de la piedra sobre la que habrá de trabajar. Tomas de cerca, tomas de lejos, tomas de arriba y de abajo, con el “steady cam”; montados en la grúa, descargando la plancha, diagramando la plancha de cuarcita, hasta elegir la pieza del lote indicado. Volvimos a la ciudad antes de las seis de la tarde. La intención de continuar con las tomas “en estos días” quedó en eso. La semana de vacaciones para la mayoría continuó siendo una rally de trámites para nosotros (Claudia y yo).





IV

El martes fuimos al Centro Médico en la mañana a sacar una nueva cita con un nuevo cardiólogo a quien tendremos que llevarle, el próximo martes, los resultados de rayos X y de un electrocardiograma que nos ordenaron en el hospital de Venados, al detectar un probable “missmatch” entre la prótesis mecánica que me pusieron y el tamaño de mi corazón. Cosa que puede corregirse en mucho si bajo treinta kilos (pecatta minuta).

Ir al hospital me drena mucha energía. Y aunque Claudia lo aligera todo con su sonrisa y su don de gentes, pues no hay poli que no se pare a saludar, me doy cuenta de que si no fuera por ella cada beso que ella lanza yo lo convertiría en mentada.


Pasamos a ver al Director de TPQ (Terapia Post-Quirúrgica), Dr. Cruz Gaona, que a decir de ella ha sido su “Ángel de la Guarda”. Y la verdad es que sí, pues la supo escuchar en momentos de gran desesperación, cuando mis cirugías, y la apoyó en todo, sin restricciones, al grado de permitir que se retacara su oficina con las cajas de diálisis que yo necesitaba durante mi estancia en septiembre, cuando me hicieron el cambio de válvula.

Debo recordar que el Dr. Riera, Jefe de cirugía, un hombrón alto, guero, de mirada vivaz y sonrisa inteligente, me ofreció compartirme su conferencia donde hace una comparación entre la válvula mitral del corazón y la arquitectura de la Catedral de la Sagrada Familia, a través de razonamientos matemáticos.

Al salir, alrededor de la una de la tarde, no habíamos desayunado, pero podíamos adelantar la hora de comer, nos fuimos a resolverlo a las Kekas de Cumbres de Maltrata. Libres al fin de trámites, saboreamos la comida y disfrutamos el café de olla. Ya no llegamos al flan hecho con la receta de la abuela, que ahí es sublime, porque había que cuidar el nivel de fósforo en sangre.



V

El miércoles estábamos terminando una junta de trabajo en Coyoacán con un productor para cotizar un proyecto, cuando nos llamó mi cuñado Eduardo para ver si podíamos coincidir para comer juntos como a las 3:30 p.m. Nos reunimos con cierta frecuencia para ponernos al día . Él muy amablemente nos invita y nos platica sus avances con sus modelos de Meccano o ahora en la construcción de las cajas donde se llevará sus modelos a Querétaro.

Yo tenía cita para un estudio de Rayos X, y muy probablemente ya estaría libre para esa hora, así que quedamos de hablarnos cuando saliéramos del hospital. Justo cuando le llamé salía Claudia con el CD de la radiografía en la mano, y los alcanzamos a él y a mi hermana en el Vips de Eugenia, casi esquina con Eje Central. Ahí les gusta, por cercano a su casa, aunque sea muy ruidoso y el servicio sea muy malo. Pero comimos rico.


VI
 
Para el jueves ya habíamos quedado con Faby y Toño, los sobrinos del Ajusco, que vendrían por nosotros -los jueves no circula el coche- para llevarnos a conocer su casa, comer y pasar la tarde con ellos. Comimos tacos de cecina, quesadillas, arroz a la mexicana, cervezas, aguacate, refrescos. Oímos música, que de otra manera no nos hubiéramos enterado que existía. Hacia las 8 de la noche nos regresaron a la casa. Al llegar los invitamos a pasar. Seguimos platicando, el tiempo pasó y fue creciendo el apetito de la noche. Hacia las once quisimos Pizza, pero ya estaba cerrado todo. Acabamos en Superama comprando una pasta y salsa que Claudia mágicamente compuso para crear un exquisito fetuccini con el que paliamos la ansiedad del jueves santo. Esa noche ya no conectamos a diálisis. Estábamos muy cansados. Pero lo íbamos a hacer el viernes. Sólo que a pocos minutos antes de empezar la operación, entró un mensaje de mi tío Javier: “queremos invitarlos a comer al Califa”. y ¿qué son unas horas de retraso en diálisis por una reunión que teníamos tantas ganas de tener desde hace tanto tiempo con ellos, y unos buenos tacos? Nos encontramos en el Califa de la Condesa. Platicamos, reímos, nos pusimos al día con los tíos y el primo Sebastián. Volvimos a tiempo como para darnos cuenta de que, a diferencia de otros años (muchos) este sí llovió a las tres de la tarde, cuando la tradición señala que murió Jesús en la cruz. Y también cuando empezaron las campañas de los candidatos a la presidencia. Un fastidio. El resto de la tarde y la mitad del sábado me la pasé conectado a la máquina de diálisis, en recogimiento pascual; viviendo el viacrucis de la desintoxicación y el pecado de soberbia, expresado en los mensajes de Mead y Anaya, hasta que tuvimos que irnos para estar a las cuatro en el Brasileríssimo de Satélite, lugar donde fue la comida de celebración previa al bautizo de mi catecúmena sobrina (hija de Georgina y Leo). Qué comilona. Gran variedad de espadas, ensaladas, empanaditas de queso y elote con salsa chimichurri, y unas batidas de tamarindo y maracuyá que nos duraron hasta el regreso. Investigué la raíz etimológica de catecúmeno, y es “aquel a quien se le dice al oído la doctrina”. Supongo que tiene que ver también con catecismo, catacumbas; algo secreto, que se hacía en cuevas, en tiempos de los primeros cristianos.




VII
   

Sofi vestía de blanco y llevaba una corona de flores blancas ceñida a la cabeza, sobre su pelo castaño, lacio, y sus ojitos de sorpresa. Un angelito dispuesto a recibir su primer sacramento.

La ceremonia en la Parroquia de San Fernando en Valle Escondido inició a las 7 en punto. Todo a oscuras. Cada uno con su vela en la mano fuimos compartiendo el fuego nuevo a partir de la llama del Cirio mayor acompañados por el canto del pregón. Yo no recuerdo haber estado en una ceremonia igual; la del sábado de gloria. Se hicieron las lecturas correspondientes (Isaías, Éxodo, etc.), continuó la liturgia, los cantos, las alabanzas, los ritos. Se abrió la Gloria, se prendió la luz, cayeron confetis metálicos del techo, nos repartieron matraquitas y banderitas blancas, la alegría de la resurrección de Jesús se volvió canto.

Fueron cuatro los bautizados: un bebé, dos adultos y mi sobrina. El padre la nombró María Sofía Ruiz Castillo, y vertió el agua sobre su cabeza, ungió los óleos y la bendijo. Ceci, su madrina le recogió el cabello y la acompañó a la pila bautismal. Georgina y yo nos acercamos -yo en representación de mi hermano.

Creo que, aunque para la tradición católica es deseable que el bautizo se haga siendo bebés, le viene muy bien a Sofi hacerlo al casi cumplir sus nueve añitos, pues ya está mucho más consciente de su significado. Luego vendrá la confirmación, la comunión, y así...


Al terminar la ceremonia el padre nos invitó a convivir en el atrio de la iglesia con unos taquitos al pastor. Había como cinco trompos. Los feligreses, que no habían comido como nosotros en Brasileríssimo, se formaron y les sirvieron de todo. Antes de retirarnos pedimos agua de jamaica. Nada más.


Regresamos contentos, satisfechos y tranquilos. Periférico estaba muy fluido, sin tráfico, ni de ida ni de vuelta. Sólo así se puede uno concentrar en qué bache caer.



jmrr

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