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lunes, 6 de agosto de 2012

El movimiento de lo estático*, por José Manuel Ruiz Regil


Tachita abierta de piernas.
“Lo único inmutable es la constante impermanencia”  Proverbio Sufi

Sabemos de la existencia de los electrones porque la ciencia ha podido retratar la huella del lugar donde estuvieron. Pero no ha sido posible saber el lugar donde se encuentran en el instante que son fotografiados. Esa es la primera idea que asocio al enfrentar la obra de Miguel Angel Garrido en la Galería Aldama. La forma expresa el fondo a la manera de un acelerador de partículas, para demostrarnos lo que ha pasado, sin detenerse en lo que es; y anuncia lo que será, a través de la sugerencia del movimiento, del impulso vectoriano de su composición.
La colección “Mientras sigamos vivos”, nos recuerda que nada es lo que parece. En esta serie de retratos expresionistas el personaje principal es el movimiento; y su discurso, la mutabilidad de lo estático, utilizando como gramática a la luz, que revela, compensa, destella, acerca y oculta elementos, que concentran en un lienzo la riqueza de los 24 cuadros por segundo de la pantalla grande. 
La física cuántica ha demostrado que el 99% de la materia es vacío, y que entre partículas ocurren muchos fenómenos, incluso el tiempo y el cruce de dimensiones. La pintura de Garrido testimonia lo dicho. Y para no distraernos con el tema, toma prácticamente cualquier escena de la vida cotidiana. Pretextos fútiles, si  se quiere, para adentrarnos en la algarabía de su visión.
El artista revela, anticipa, denuncia, consigna que lo que vemos sólo es, cuando mucho, el trazo de lo que ha sido, o de lo que está siendo mientras deja de serlo. Como toda creación el significado no está en lo dicho, sino en lo evocado. La pintura de Garrido reanima lo que la fotografía congeló, trastocando la vocación de ambos lenguajes. Además, no está solo. El autor se ha montado en un linaje que descifra en el DNA de su trazo los genes de Lucien Freud, Edvard Munch, o Siqueiros, y recombina su talento bajo el principio de incertidumbre, para dar como resultado un festín de luces y masas polimorfas; vorágine del instante. 

 Frente al poste.
Como base de la obra se adivina un dibujo académico de buena factura, el cual sacrifica en pos de la pintura, de la frase ideológica final que le exige descomponer el preciosismo vulgar de lo evidente, desdibujando formas y rasgos, para poner a prueba al espectador.


Lo incomoda un poco y lo invita a salir de lo reconocible para tentalear el mundo del misterio detrás de lo aparente, no sin la recompensa de la evocación que permite que uno imagine, adivine, suponga o construya a partir del título, la cercanía social con el autor o la recreación de escenas comunes, a manera de asidero al cual volver de la experiencia estética o desde el cual partir hacia la reflexión.
Con sensibilidad de punta, el pincel de Miguel Angel,  apoyado en la foto y, seguramente, en el software -herramientas a mano-,  nos ofrece estas visiones que tambalean la tan codiciada búsqueda de la seguridad, que en estos días busca invadir todo los espacios de cambio, y nos restriega la ilusión de certidumbre para encontrar en la metafísica de la acción una retratística contemporánea, quizá más real, aunque menos asible.

 Esteban.



 *Este texto lo escribí por el impacto que me causó la obra -como suelo hacer siempre que eso me sucede-, y al mostrarlo a José Ignacio Aldama sucedió lo inesperado, pero lo tantas veces deseado. Me lo compró y me pidió escribiera un comentario sobre la siguiente exposición en su galería. Desde 2009 Aldama Fine Art me ha confiado algunos comentarios críticos de sus artistas, lo que ha sido para mí un gozo extraordinario.

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