El gigante de la selva.
Óleo, acrílico/tela 120 x 150 cms
Correspondencia natural supone
el diálogo del “homo sapiens” con la bestia. Símbolo de un intercambio entre
naturaleza y cultura que toca al artista percibir, interpretar y traducir. Grito
urgente sofocado por el materialismo inmediato que ha sitiado las raíces de la
actividad humana. Instinto que no se retrae, inocencia que no cuestiona los
cambios, sino que padece conforme el destino le toca, libertad amenazada por
escasez o desaparición de elementos.
La capacidad técnica de Victoria Gutiérrez le permite ilustrar con dibujo
profesional el objeto y generar un tratamiento atmosférico que alegorice su
condición. Así vemos en la realista belleza flotante de la tortuga, la amenaza
geométrica de los bloques inorgánicos que la rodean, anticipando la
predominancia de una retícula predecible frente a la incertidumbre orgánica del
instinto. El aparente tumulto en “franjas” puede sugerir el momento preciso de
iniciar una estampida ante la presencia de un depredador (obviaré suponer cuál
para no ser redundante). Pero la vida ha
demostrado ser más creativa que la muerte. Su expresión la vemos en el detalle
del amor elevado de la pareja de jirafas.
Los grandes mastodontes encabezados por el “gran elefante”, cuya presencia
amenaza dejar el lienzo para iniciar carrera hacia nosotros, guarda en su
expresión esa ternura que viene del perdón, pero que al mismo tiempo lo
acompaña una ancestral rabia contenida. No es casual que al igual que al león
se le retrate solo, a diferencia del rinoceronte o al hipopótamo, que aparecen
en familia. Su imagen se mantiene hierática, mitológica todavía, como si a
pesar del dominio que la especie humana tiene sobre él, asomaran todavía
resquicios totémicos que nos hacen temerles, aún en su (aparente) indefensión.
Jirafas
Acrílico, carbón / tabla doble giratorio 21 x 15 cms.
Reflexión que no incomoda, autocrítica a manera de espejo que es testigo
del paso del tiempo, y devuelve, todavía, más belleza que terror; inspira más
que condena. Alegorías caóticas que está en nosotros convertir en alegrías
cósmicas.
Los óleos y bronces de Gutiérrez
marcan claramente la línea fronteriza entre la decoración y la propuesta
estética, sin descuidar la seducción de un lenguaje accesible en su discurso
para el gran público que – coincido con Samperio- estará gustoso de integrar a
su ambiente cualquiera de estos cuadros. Sin duda, yo le abriría la puerta de
mi casa al “Gran elefante”, a los delfines “de paseo I”, por su intenso color
azul y amorosa sonrisa, o a uno de los pendones oníricos que no se nombran.
*Este texto se publicó en el número 54 de Galería Urbana, del 1ro de Julio del 2009.
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