“The magical mystery tour is dying to take you away,
Dying to take you away, take you today”. The Beattles.
Dying to take you away, take you today”. The Beattles.
Estoy ante una miniatura de colección conformada por un
pedestal en el que se yergue el escudo laureado de Superman como escenario del
héroe que avanza de frente con el pie izquierdo adelantado para subir el último
escalón de su templete, mientras la capa encendida le revolotea por detrás, lo
cual acentúa su actitud eminentemente heroica ante el compromiso de salvar al
mundo. Conozco muy bien estas tres piezas ensambladas entre sí (cuatro, si
considero que la capa tiene un pivote que la sujeta al héroe por la espalda)
porque yo mismo las armé, luego de sacarlas de su bolsa independiente de
plástico en la que venían doblemente empacadas dentro de un huevo de plástico,
cuyos poderes esotéricos dejaré a los expertos descifrar, ya que tratar con súper
héroes y sus contenedores puede resultar contraproducente, si se hace a la
ligera.
Este fue el “souvenir” que mi queridísimo amigo Héctor (el
Yeyo) Rodríguez me obsequió en su calidad de comandante supremo de la nave
ficcional que es ese rincón de la narvarte (Morena casi Vértiz) donde se
encuentra su tienda fantástica Magical Mystery Toys; guarida de los más
variopintos poderes materializados en forma de muñecos, modelos de arquitectura
fantástica para armar; naves, máscaras, aditamentos castrenses de las más
desorbitadas milicias, antifaces, anillos de emanaciones cuánticas, llaveros,
stickers, mochilas, prototipos motorizados a escala, fetiches galácticos,
parafernalia cinematográfica, vestigios allienígenas, amuletos beattlemaniacos,
iconos reciclados de la cultura pop, desde la Monroe Warholiana hasta el último
transformer; muñequitas eróticas a escala extraídas de mangas orientales,
carritos, puppets, sellos, gomas, ejércitos emplomados, batallones medievales
dispuestos a combatir el polvo de la historia, lo mismo que gorras, móviles,
muñecas de colección (la hermanita de Barbie y sus múltiples escenarios),
aplicaciones cosméticas para princesas, pelucas, vestidos, disfraces, casacas
Lennonianas, y una inverosímil variedad de productos traídos de Europa y del
medio oriente por su exigente Marco Polo. Todo esto estrictamente acomodado por
categorías, dispuesto en exhibidores adecuados para el espacio, y respetando el
campo vital requerido para que esa síntesis de virtud y fuerza ultraterrena
goce del lugar digno que su aura le demanda y, brille con toda intensidad ante
los ojos del paseante atento, el cual sabrá valorar la rareza de las piezas que
esta estación de placeres imagógicos puede dar al entendido.
El nombre de esta fetichería, pacientemente decorada con
escenografía espacial para brindar al tripulante una visión del espacio como si
estuviera dentro de una nave y se asomara por la claraboya de la verdad, evidencia
las inclinaciones músico-psicodélicas de su gurú, quien modestia aparte, lleva
a cuestas la sabiduría del soberano Yoda, el cual, en forma de back pack de
peluche está dispuesto a treparse a lomo sobre cualquier parroquiano descuidado
que requiera iniciación.
Quien sea fan de las historietas, mangas, comics o cualquier
otra denominación que contenga narraciones donde el protagonista logra sus
objetivos a través del uso de poderes más allá de la sensibilidad del pan con
mantequilla, deberá visitar este Salón de la justicia, lugar de reunión,
intercambio y creación de potencialidades maravillosas; de espacios lúdicos y
refrescos mentales. Será bienvenido por un capitán a bordo, ávido de charla,
generoso en prodigios verbales y valeroso en emprendedurismos heterodoxos. Si
lo encuentran trabado en místico arrebato con su modelo a escala de hombre
araña, sólo silben los cinco tonos del soundtrack de Encuentros cercanos del
tercer tipo y el despliegue de la recepción de honor no se hará esperar. Ah, y
no se olviden de llevar algo de recuerdo.
1 comentario:
Además de un texto, como siempre, maravillosamente escrito, reconozco que mi fanatismo interno me mueve a darme una vuelta por tan increíble tienda. No sé qué me convenció más, si el texto que invita, o las fotografías que atraen mi curiosidad.
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