Vistas de página en total

martes, 1 de febrero de 2011

Crítica y crisis Por Miguel Cerecedo (extracto de http://brumaria.wordpress.com/



La palabra “crisis” procede del vocablo griego κρίσις que quiere decir “distinción, elección, decisión o juicio”. No por casualidad comparte la misma raíz etimológica con la Crítica, que es el arte o la ciencia de los juicios o, mejor dicho, el arte de juzgar. La crítica gusta de presentarse a sí misma, al menos desde la época de Kant, bajo la forma de un tribunal. Desde entonces también el problema del criterio era considerado como el problema fundamental de la crítica. La crisis es el momento del juicio.
Puede que en ese sentido la nuestra sea especialmente una época de crisis, o particularmente adecuada para las crisis, porque es también “la edad del Juicio”. Quiero decir, que no es la nuestra ni la pensada “Edad del Espíritu”(2) soñada por Eugenio Trías, ni tampoco podemos decir, como proclamaba de sí mismo el siglo XVIII, que la nuestra sea una “edad de la Razón”. De hecho es más bien la crisis de la “edad de la Razón” lo que caracteriza con mayor especificidad a nuestra época. Sin duda, el siglo XX ha supuesto la amarga experiencia de que no sólo la razón haya entrado en crisis por su carácter impositivo, violento y totalitario —lo que ha dado lugar a innumerables “críticas de la razón”—, sino también de que, como ya profetizara Goya al principio de la Edad de la Razón: “el sueño de la razón produce monstruos”. Los monstruos de la razón ya los hemos visto —se llaman “totalitarismos”— y la crítica de sus excesos es lo que hace de la nuestra una edad más juiciosa; tal vez no más apasionada ni más apasionante, pero desde luego bastante más moderada en sus juicios. Por eso, en nuestra cultura contemporánea prima sobre todos los excesos de la razón la más modesta ideológicamente “corrección política”. (...)

Desde luego el arte no consiste en meros golpes de ingenio. El arte si es ingenioso es porque es crítico y autocrítico pero, entender las obras de arte como meros golpes de ingenio, es no entender en absoluto el trabajo corrosivo y crítico del arte con respecto al propio arte. El arte no consiste en bufonadas o payasadas para entretener a los ricos y a los poderosos. Aunque la mercantilización es, sin lugar a dudas, importante para la producción y promoción del propio arte, ni todo el arte es mercancía, ni toda producción artística se reduce a una expectativa de generación de beneficios comerciales. El arte es, en general, fundamentalmente poesía, y como creación poética escapa a toda utilidad, a toda aplicación práctica y a toda función. No sirve para nada. Y en la misma medida, escapa también a toda utilización comercial, a toda utilización política o moral. O, mejor dicho, no se deja reducir únicamente a ellas. Ello no quiere decir que no se pueda comerciar con él, ni tampoco que no tenga consecuencias y aplicaciones morales, sociales o políticas. El arte es un pensamiento y una creación en libertad aún más radical que cualesquiera de las otras formas de acción, de pensamiento o de producción humanas —a veces más radical incluso que la propia filosofía, que en muchos casos, ha hecho una considerable dejación de su función crítica— y ello lo convierte en un instrumento particularmente crítico. Y, aunque en el siglo XX, el arte se convirtió, por un giro autorreferencial, fundamentalmente en crítica del propio concepto del arte —como en el Ready Made—, no por ello abandonó su relación crítica con el mundo, con la vida o con el propio mercado del arte.
Si hay crisis por tanto es sin duda una crisis de la crítica y de la propia falta de criterio. Por eso es cada vez más urgente y necesario volver a repensar los criterios y la posibilidad de un pensamiento verdaderamente crítico.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que más me hace ruido, no por considerarlo erróneo sino porque me parece es la enfermedad por excelencia que vivimos actualmente, es el concepto de "la falta de criterio". Ante el apabullante uso y abuso (bueno o malo) de Internet y sus infinitas redes sociales, deberíamos repensar y analizar en nosotros mismos las diferencias y coincidencias de la crítica y el criterio, pues difícilmente puede existir una sin la otra.

José Manuel Ruiz Regil dijo...

Gracias por tu comentario, Quimera. Sin ánimo de tener razón, se me ocurre que el criterio es el lugar, el recipiente donde sucede la crisis; donde se dirimen las identidades de un hecho estético o de cualquier otro orden. Siendo este un espacio mental-moral que debe cultivarse y mantenerse vigente y dispuesto, a través del ejercicio de la crítica.

Anónimo dijo...

Me gusta el concepto de que el criterio es el recipiente de la crisis; la crisis por la que atraviesa la crítica, en todos los sentidos, actualmente. Ya que no puede haber crítica donde falta el criterio, me celebro por la invitación a este espacio donde la crítica se convierte en un arte, y el arte en un oásis para la crítica. :)