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lunes, 12 de marzo de 2018

El Matalote 8


Wine Yoga


    



Me entero que ahora están promoviendo una nueva modalidad de Yoga en la que se bebe vino, o cerveza (alguna bebida alcohólica) durante las posturas, como para motivar la convivencia, y hacer divertido lo que de otra manera sería muy soso. Pasan un video de la gente haciendo las ásanas en el estudio, y una vez que están en ellas, dan un trago a su copa de tinto o a su cerveza favorita, y lo celebran. Pensaba que hacer Yoga desnudo y con calefacción, en grupo, sería el máximo disparate que vería en la lucha por el “merchandising” y la promoción del narcisismo como estrategia de venta. Aclaro que en grupo, porque a solas o en pareja me parecería muy bien, atendiendo a los principios del sabio Patanjali, principal impulsor de ésta disciplina. (La práctica del Hatha-Yoga se hará a solas, en un cuarto cerrado y con la menor ropa posible). El Yoga es una limpieza. Es una práctica donde se suda, se escupe, se sacan mocos, pedos, babas. Es algo muy íntimo, vamos, como bañarse.

Me da erisipela ver la velocidad y el disparate con que se prostituye un conocimiento ancestral (6 mil años) tan valioso para ponerlo al alcance de las mayorías -o de las minorías extravagantes y pudientes-; partiendo de que en principio el aspecto del Yoga que más se difunde en occidente es el del trabajo físico (Hatha-Yoga, Kundalini, Svadistana, Power, etc. -a mí se me había ocurrido el Aqua Yoga, pero a falta de alberca-...). Desde ahí, llámenle como le llamen a su práctica, si hablamos de posturas sólo son eso: calistenia y estiramientos. En el mejor de los casos contorsiones.
¿Que uno puede meditar estando en las ásanas? Claro. Ese sería el ideal, no la celebración de una nueva machincuepa alcoholizada. Nada más contrario a las recomendaciones del Hatha-Yoga Pradípica (el manual hindú del Yoga).


Sabrán ustedes que en mis buenos tiempos tuve el privilegio de practicar esta disciplina rigurosamente (lo mejor que he hecho en mi vida), y pude formarme también como instructor en el estilo Iyengar en un reconocido centro de las Lomas, en la Ciudad de México, y dar clases particulares y en un Centro Holístico; y pude explorar sobre la pedagogía del Yoga, a mi manera, siempre tomando en cuenta el aspecto simbólico de las posturas y las meditaciones (a lo que le tenían miedo los sacerdotes en Querétaro). Les adelanto que inventé un estilo que llamé De Profundis Yoga, basado en las reflexiones de Oscar Wilde para cada postura. Pero eso será motivo de otro texto.

Ya para entonces me llamaba mucho la atención ver como algunas de mis compañeras -la mayoría eran mujeres-, y luego mis alumnas, por el simple hecho de entrar al espacio de trabajo, adoptaban una actitud mística, como quien va a hacer aerobics a la iglesia; y no se diga al finalizar la sesión, en la que habíamos trabajado duro el estiramiento, el equilibrio o la torsión, las flexiones hacia delante y hacia atrás (todas estas cualidades del trabajo físico intenso), y quedaban tendidos en el piso en Savasana (postura del muerto), ensoñando imágenes dignas de la iconografía new age, rodeados del humo del incienso oficial de los Ashrams con olor a sándalo y el resonar de los cuencos tibetanos.

Se les veía como si hubieran estado orando por horas, como si cada postura les devolviera un poco la virginidad (santidad) perdida (micromachismo). Y sí. La concentración en la respiración durante el tiempo que se mantiene una postura, y la intención emocional sí producen un cambio estructural y mental (molecular) en los practicantes, pero hacer “perro boca-abajo” o “la postura del muerto” no te hacen ni mejor ni peor persona. Las posturas no tienen una cualidad moral. Sólo son el ejercicio propiciatorio de una buena meditación; que a su vez es la gimnasia de la mente. Si no se entiende esto es pura psicosis del turismo espiritual. Y luego que no faltan fantoches que lo celebren. 
Sé de amigos que se han metido a clases sólo por verles las nalgas y el escote a las compañeras, y acaban ligándose a la instructora. Hasta ahí el Yoga descafeinado es igual que el Pilates o la Zumba, una técnica deportiva; en el mejor de los casos, lenguaje para la danza.

    

Lo que importa es lo que sucede después de la sesión. La vida normal, la percepción y la respuesta ante lo cotidiano. La Yoga o el Yoga es mucho más que trabajar con el cuerpo. Es la congruencia cuerpo-mente para permitir que el espíritu se exprese y se nutra. Parte del trabajo físico para concientizar nuestra materialidad e iniciar un viaje de auto-conocimiento y dominio de lo físico, observación de lo emocional, asombro de lo intelectual y sublimación de lo espiritual. Para ello se siguen cinco ramas: Ejercicio físico, respiración, relajación, alimentación y meditación. Algunas de las formas más conocidas de llevarlos a cabo son comprometiéndose con la vida (no matar), de ahí el vegetarianismo que la acompaña (aunque tiene muchísimas más implicaciones morales); no robar, no mentir, no sobreestimular los sentidos, no codiciar. Esta última restricción (Yamas) se enfoca más a lo sexual, que en el Yoga clásico promueve la abstinencia, pero en los tiempos modernos se recomienda “hacerlo sólo con tu pareja”. Claro, con este movimiento de energías y poca mentoría no es de extrañarse que la Kundalini se aloque y ande uno correteando hasta el bulto de la ropa sucia. 
Poder sin control es muy peligroso. Por eso las antiguas religiones reservaban este tipo de conocimientos sólo para algunos, pero la claridad y apertura de la era de acuario hizo accesible el conocimiento a todos, y ya ven el revoltijo en que nos encontramos.


Sí, el Yoga es parte de la religión Hindú. Y no hay porqué temerle. Así como la Kabalah es parte del Judaísmo, y las danzas derviches del Islam. No sé si atribuirle la misma calidad a las procesiones dentro de la tradición cristiana. Lo que sí es que el Hinduísmo es de las pocas religiones que, como sistema de vida, aportan al individuo el cuidado y la limpieza del cuerpo, considerando que el cuerpo es el templo donde reside el alma y debe ser un espacio digno.



Me platicaba una amiga que a su hijo pequeño le recomendaron practicar Yoga, para favorecer su relajación, ya que ha tenido algunas crisis epilépticas. Y lo comentó en su familia (católicos no practicantes, supongo). El hermano le dijo que “mientras fuera solo la parte física estaba bien, pero que no se metiera en lo filosófico o religioso”. ¿por qué no, si es lo que le da sustento a toda acción, y que no se diferencia mucho de cualquier otro credo, pues sus reglas, principios o mandamientos tienen vigencia universal? De cualquier forma no tiene mucho de qué preocuparse, casi nadie, que busque tener éxito comercial en estos días, -y parece que ese es el fin último de todo- se mete en la cuestión filosófica, y menos en la religiosa. Todo es muy superficial. Pero una vez aprendiendo la forma, podemos acceder al fondo.


Yoga, Tai Chi, Chi Kun, Falun Dafa, Kung Fu, Karate, Pilates, Zumba, natación, trecking, golf, equitación, patinaje, Gotcha, cualquier disciplina física es un excelente pretexto para despertar al guerrero interior y fortalecer el carácter, dominar la debilidad de la carne y enaltecer al espíritu. No se hagan bolas. Lo que sí, respeten la tradición y el aspecto sagrado de cada disciplina y no hagan de ello una caricatura que sirva para los cretinos que piensan que están accediendo a un conocimiento hermético cuando en realidad sólo están siendo adolescentes buscando chacota.

Vean este video

P.D. Ahora que si les interesa en serio profundizar en el sentido espiritual de una práctica, les recomiendo leer el libro La guía secreta del guerrero interior, de Ramiro Calle, un excelente divulgador del conocimiento, y cero panfletario.

José Manuel Ruiz Regil
Poeta, publicista y analista cultural.

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