15 de septiembre de 2012.
Don Vic te recibe con una enorme palma abierta que
refuerza luego con la otra mano en un claro gesto de apertura y afectividad. Su
saludo lo acompaña de una sonrisa amplia y una mirada que invita a la
complicidad de lo posible. Detrás del vidrio de la puerta corrediza que separa
su taller del bullicio callejero, reposan las herramientas de su oficio. Dos
máquinas de coser Singer. Una de medio uso, y otra reconstruida por él mismo. Luego
cuando hay chance me guardo un dinerito para mí para mí así nomás, y me voy al
tianguis a conseguir estas cosas. A chacharear, como se dice. Mis hijos y mi
mujer me dicen “ya no traigas esos fierros”. Yo nomás les digo “usté déjeme eso
ahí. Y poco a poco las voy arreglando. Cuando están listas salgo en mi triciclo
y me voy a tianguis con ellas a venderlas, al mismo lugar donde las compré
destartaladas –cuenta, mientras despliega la inercia de su oficio acumulado a
través de los años con la cinta métrica, los alfileres y el gis de sastre. Su
arte, heredado por línea paterna le ha permitido mantener a su familia y
ganarse el afecto de sus clientes por más de treinta años.
Hombres y mujeres
acuden a sus manos para realizar ajustes a sus prendas consentidas, para soltar
unos centímetros o a reducir la talla, el largo, o corregir un desperfecto. El
taller está habitado por lienzos informes y prendas que se siguen una a otra
sobre el mostrador, esperando su turno de ser trabajadas. Un espejo de cuerpo
entero guarda la memoria de esas cosas que quedan “entre nos, don Vic”, y en un
estante recargado en la pared esperan los casimires futuros.
El buen humor y agilidad mental de Don Vic hacen de la
visita necesaria un piscolabis de algarabía campechana que se disuelve en risas
entre la sisa, la pinza, el tiro y la pretina.
Este es el Señor de la luz, patrono de los apagones. Su frente promiente revela una gran inteligencia bajo ese copetín de fierro. A pesar de tener los ojos bien abiertos se presume que padece la ceguera del vidente. Su mueca retraída testimonia el susto de quien lo ha visto todo, incluso antes de que suceda. Es probable que en las calles te topes con deidades similares. No te confundas. Este es el original.
Señor de la luz |
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