"Héctor Javier Ramírez y El iluminado".
Héctor Javier Ramírez parece asumir su oficio con una
aparente docilidad dhármica, aunque él mismo sea el primer sorprendido ante sus
piezas terminadas. Es esto lo que quizás ha permitido que su trabajo camine por
las rutas del éxito con aparente facilidad. Su pincel funciona como una antena
receptora de una realidad que exige una disección muy fina de los hechos para
llegar a la síntesis del elemento que la forma. Y con frecuencia observamos que
el común denominador hacia donde apuntan sus conclusiones es el crimen, en
cualquier forma; físico, metafísico, moral, ideológico. Crimen entendido como el
delito grave, la acción indebida o reprensible que no debió haber sucedido,
pero sucedió y sucede orgánicamente día a día. Las pruebas están a la mano.
Cada pieza es una fotografía que muestra la escena post-mortem. Nos queda,
pues, como expectadores, afanosos pero legos, desentrañar el misterio que pretenden
revelar y sumarnos a la denuncia histórica que propone.
"Las estrellitas en el cielo brillan, brillan, brillan."
El compromiso técnico del autor le permite articular un
lenguaje gráfico preciso y pulcro. Los objetos de la composición se presentan
de frente, sin veladuras ni sugerencia alguna más allá de lo evidente. No hay
segundos planos ni atmósferas que nublen el mensaje. A veces con una crudeza
que golpea a la vista. Sus alegorías, si acaso, son discursivas, nunca
fantasiosas ni efectistas. Pero necesarias para nombrar aquello que por sí
mismo no tiene, ni debería tener una lógica posible, como en “Las mentiras de
mi maestro”, o en “Cría cuervos” donde se trae a cuento, acaso, el uso y abuso de
las mentiras blancas en la educación y los mass
media, pero que hienden su filo sobre la inocencia, cultivando la
ignorancia institucionalizada.
"Migraña"
Aun en cuadros como “Migraña” donde podría alegarse un
surrealismo de primera mano, el simbolismo cobra absoluta relevancia y es
sustentado con un equilibrio gráfico entre la ligereza de lo inmanifiesto bajo la
pesadez de lo manifestado.
Cuando Ramírez recibe el llamado de la sangre se lanza sobre
el lienzo y traza lo que su interno le dicta. Hasta encontrar la congruencia
con su estilo y ajustar su búsqueda estética a la experiencia de vida; hasta
sentir que lo que trae entre manos va tomando forma familiar, nos es cercano o
habitual, por terrible que parezca.
Las piezas que ahora presenta en esta colección la Galería
Aldama Fine Arts operan como respuestas, reflexiones o provocaciones al
interlocutor, acerca de los problemas y preocupaciones que a diario aparecen en
las noticias o se escamotean detrás de una cortina de humo o una frontera de
cristal. Una suerte de nota roja pasada por agua salpicada de humor negro y un
poco de desencanto arropan su capacidad de indignación ante la mentira, la
agresión solapada al medio ambiente, el comercio del alma; el dolor escándalo,
ese que no se ve, pero cala muy dentro.
En piezas como “El iluminado”, “El desaparecido” o en
“Escríbeme pronto” la soledad del personaje central es total; en los tres casos
sitiados por imponentes muros de silencio. En los dos primeros un gélido
estatismo y una coacción implícita, que se compensan o resuelven con el gesto
desesperado del joven de camisa blanca que tiene los codos en alto implorando
atención, y que expresa un irremediable desamparo.
El recorrido visual puede hacerse con la actitud de quien
camina por los pasillos de la casa del terror o como quien deambula entre los
estantes de un laboratorio biológico, observando las muestras de especímenes
socio-políticos, o de morfologías orgánicas conservadas en formol y expuestas
allí ante el polvillo blanco del detective que descubre su impronta digital.
Cada pieza contenida tras el cristal cetrino de su tela
resguarda un episodio revelador o contiene la pista de un misterio resuelto, quizás,
en la mirada del espectador, cuando no es tan evidente como en el caso de “Paso
peatonal”, ese grabado a la punta seca en el que la línea es el hilo conductor
del tiempo, e hilvana urbe y rostro.
Es ya característico en la obra de Ramírez el uso de la
transparencia y una iluminación lunar que da a sus temas un aura onírica de
revelación, como si en el sueño el artista tomara la radiografía de la realidad
detrás de las cosas como en “The end”, o éstas fueran una anticipación de los
hechos como en “El lado oscuro de mi compadre”. Sin embargo, una aparente
travesura relaja o matiza el drama cuando se atreve a reírse de sí mismo como
en “Yo soy el monstruo comegalletas”, o abordar
el tema de la religiosidad futbolera en “Su majestad”.
"Su majestad"
Obras como “Lluvia ácida”, “Las estrellitas en el cielo
brillan, brillan, brillan” y “Head hunter” suenan como un guiño macabro que apuntan
algunos de los efectos colaterales del la lucha por el control mundial: la contaminación
generada por la industria militar, la tecnología de información que evidencia y
sitia la “aldea global” profetizada, y la caza del recurso humano para diversos
usos, ya como cerebros bien pagados o como carne de cañón para alcanzar los
fines que el poder disponga, que es lo mismo, como si de un video juego
infantil se tratara.
La mayoría de las obras de Héctor Javier Ramírez suenan a
nota sostenida de violín; a respiro melancólico después de la catástrofe;
contienen la vibración de la calma impostergable detrás de la estridencia; un
dejo de humo que se disipa sobre los huesos calcinados de la destrucción; las
brasas del incendio que aún gimen lo que está por extinguirse. Tal es el caso
de “Muere quien debe morir. Eso es justicia divina”.
Quien ha quedado expuesto al thriller que en esta colección
nos propone Ramírez puede ya considerarse cómplice de una verdad buscada, y que
se hará evidente con el tiempo, a través de la
digestión de los discursos, en la recordación del impacto, y quizás, de
un momento a otro, salte azuzada la conciencia para secundar con hechos estos
gritos de silencio que el artista pone en los oídos de la contemplación para
cumplir el cometido estético y social del arte.
*Texto publicado en el catálogo de la exposición de Aldama Fine Art, disponible en la galería.
1 comentario:
obra muy interesante, me gusta el tonó ironico
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