La vida y sus dibujos, instrucciones para a(r)mar. Germán Dehesa. |
“Cada paso que he dado en la vida ha sido como un distraído
trámite entre la fragancia de un libro recién terminado y el apetito de otro
por leer” GD
Cuando la desesperanza me abruma, cuando tengo ganas de morirme,
rompo ese cristal que es permitido romper sólo en caso de incendio y busco un
libro de Dehesa, porque inevitablemente me devuelve el fuego vital a su lugar,
y atempera la llama tembeleca de incierto que amenaza con apagarse en medio de
la más terrible oscuridad. No tengo claro de qué sales y aguas nutre Germán su
escritura, que con mucha frecuencia al terminar de leerlo, mis ojos, antes
secos por el estudio continuado y la luz refleja de la computadora, se
descubren húmedos de alegría, renovados de ternura, yertos de nostalgia y una belleza
indecible, que por bien dicha –dicharacha- explota en el corazón e irradia chispas
de esperanza por todo el cuerpo.
La vida cotidiana, el trabajo, lo doméstico, los amigos, el
futból, la política, los medios, pero sobretodo, la literatura y el pensamiento
ético, profundo pero práctico, vertido en una mezcla campechana de erudición y
sencillez callejera, hacen la música de este amigo de las palabras, las ideas, los
autores y los libros, quien lo mismo cita a Plotino que a Habermas, a Homero que
a José Alfredo Jiménez, y le echa porras a los pumas, cuando no sale de
bateador emergente de los Diablos Rojos del México.
La escritura de Germán Dehesa es un buen ejemplo de la
utilidad que tiene ser culto, más allá de las poses eruditas (eructitas) o los
academicismos de banqueta. Su devenir, tanto hablado como escrito es un oleaje
amable que acerca a la orilla de quien lo escucha o lee reliquias de nuestros
orígenes puestas en charola de modernidad. Es aventurarse en el gentío de una
manifestación en la que se puede uno topar con Hermes, Jano, Orestes o el
político en turno para evidenciar lo profundo en una situación aparentemente
trivial, y convertirla en épica. Su humanismo práctico se decanta en su palabra
y se sustenta en la emoción. ¿Será por eso que al escucharlo por la radio o
leerlo uno se siente tan identificado, tan convencido y tan cierto que es posible
cualquier acto poético por absurdo que parezca a primera vista?
En La vida y sus dibujos se presenta como en tantos otros
libros y artículos que escribió en los diarios: cercano, crítico, irónico y
apapachón. Entreverando la vida familiar con la reflexión social y la propuesta
política; la risa y el chiste con la conciencia de género y la dignidad del
individuo. Refresca las formas literarias, trasvasa arquetipos en el tiempo,
crea nuevos mitos. Recuerda, y al hacerlo gratifica a todos los actores de su
vida: al juez, al amigo, al la institución, al lector, a la patria. Exalta y
dignifica en cada oportunidad la grandeza femenina y peca a veces de falsa
modestia cuando asume roma la incipiente conciencia masculina. Pero se resarce
con ese enorme santoral de poetas que carga en su talega bien nutrida desde la
infancia.
Germán Dehesa |
Este libro gira en el tiempo y la memoria en torno al
infarto, los cincuenta años, las segundas nupcias y la paternidad vespertina. Esta
que pareciera una edición de autor, artesanal más no por ello rústica, es un
tiraje breve que salió al inicio de los noventa y que yo encontré en Sanborns. Me
lo obsequiaron mis papás una noche que salieron a cenar. Llegaron a la casa con
el libro encelofaneado. Es una bella
pieza ilustrada por el artista plástico Juan Sebatián Barberá, quien ha hecho
retablos alegóricos de los textos, cuyos rasgos evocan algunos de los
sentimientos, personajes y situaciones que se narran, si no es que rescata
totalmente el sentimiento primigenio que entraña cada texto. Con su trazo muy particular dibuja las emociones, colorea los afectos, delínea los vínculos que unen palabra e imagen.
Es un libro homenaje a la vida, a lo vivido y a los vivos. Una
autobiografía compartida por códigos postales que a veces quisiera revivir a
los muertos. Y lo hace al hilvanar el día a día con alientos de Borges,
Whitman, Arreola o Russel, Tournier, Marías, Vargas Llosa, de quienes va
dejando aromas como migajas de pan en el camino para que uno las recoja y vaya
tras el pastel completo que él ya digirió.
Debo en mucho mi amor a los libros a su consejo, a su pasión
y amor por las ideas. A los revires humorosos con los que afianzaba su amistad
con Alejandro Aura. El subtítulo del libro lo describe entero “instrucciones
para a(r)mar”. Este juego poético en el que se arma el amor es la constante en
cada uno de los textos, pues parafraseándolo malamente, diría que si todo lo
que hacemos no sirve para amar entonces nada sirve. (“Quien no tiene tiempo
para el amor no merece el amor, ni es digno del tiempo” GD).
Paternidad, matrimonio, divorcio, elecciones, futból, comida,
enfermedad, antojos, educación, política, cursilería, chacota, mitología,
nostalgia, burocracia, poesía, gramática, consultoría empresarial, todo, en un
largo carrete de hilo de seda con el que teje una red de certezas inciertas,
esas que colecciona un hombre que se sabe finito y camina hacia el abismo, al tiempo
que rescata y hereda siglos de saberes y sabores con los que aliña la cruda y
refrescante ensalada de la vida, y la comparte.
José Manuel Ruiz Regil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario