Vistas de página en total

jueves, 2 de enero de 2014

Heredado amor, vocación de oficio


Dice un refrán popular:“Buenos son los libros viejos, pero solamente los buenos libros llegan a viejos”. Eso lo saben bien los libreros de Donceles. No por nada llevan más de setenta años dedicados a vender, buscar, comprar y coleccionar ejemplares únicos, agotados o “inencontrables”, que por su importancia histórica, o atributos editoriales y artísticos son considerados entre los iniciados de la hoja, como verdaderas joyas de alto valor.

A decir de Ubaldo López Casillas, hijo mayor de Don Ubaldo López Barrientos, fundador de la primera librería de viejo, la Librería Mercurio en Avenida Hidalgo, a mediados del siglo pasado: “ser librero o anticuario, como algunos se denominan, requiere de mucho trabajo. Tener disposición para responder a las oportunidades y mucha disciplina. A veces hay que bajar bibliotecas completas de un cuarto de azotea al que sólo se accede por una escalera de caracol. Mantener esto requiere de mucha constancia, y condición física, también. Cada día trae su carga de títulos y ejemplares que hay que clasificar, revisar, limpiar y ordenar para poderles dar salida”.

Heredero, junto con sus 12 hermanos, de la tradición bibliófila de su tío Nicolás y de su padre, quienes empezaron el negocio con apenas 20 títulos en el mercado dominical de La Lagunilla, hoy rubrica su genealogía como uno de los principales promotores del libro de segunda mano junto con sus primos, tanto de la línea de los López como de los Casillas, y su hermano menor Mercurio, dinámico propietario de las librerías Bibliofilia, Inframundo y Los Hermanos de la Hoja, en Donceles, y de El Volador y Anáhuac, al sur de la ciudad.

Resguardados de la lluvia caprichosa de esta primavera impredecible, de pie, en el interior de la bodega de la Librería Selecta, fundada en 1956 por su padre, Ubaldo, con su actitud mesurada, no esconde su oficio en el detalle. Enciende un cigarro. Me ofrece un refresco. Recarga el suyo sobre la carátula de uno de los tres volúmenes que componen la obra “Monumentos del arte Mexicano antiguo”, de Antonio Peñafiel. Los muros que nos rodean, apuntalados por gruesos polines están tapizados de vitrinas que resguardan entre sus ejemplares, una crónica de las islas inglesas, publicada en el siglo XVI, una edición miniatura del Quijote, de 5cm. X 5cm. editada por Calleja a principios del S. XX, y un “México y su evolución social”, en una edición de 1890.
En esta misma bodega han pasado codiciadas horas bibliófilos exquisitos como el dramaturgo Hugo Argüelles, quien visitaba esta librería con frecuencia para comprar primeras ediciones, libros de arte, historia, teatro y otras curiosidades, o el maestro Andrés Henestrosa, que a decir del comerciante, era duro para el regateo.

Al parecer fue la esposa de Don Ubaldo quien tenía una gran pasión por los libros y lo inspiró a iniciar el negocio. No se sabe mucho de ella. Percibo un aire de leyenda alrededor de esta figura enigmática, y me pregunto si existirá alguna relación entre este personaje femenino, opacado por los varones que la rodean, y la anciana que retrató magistralmente Carlos Fuentes en su noveleta Aura. Por cierto que la dirección publicada en el anuncio al que responde el joven historiador Felipe Montero es Donceles 815. Número ficticio, por demás está decirlo. Sin embargo, en homenaje a esta obra maravillosa de la Literatura Mexicana, la librería anticuaria que está al principio de la calle, en el número 12, lleva el nombre de La casona de Aura.

Hace treinta años, acudían a las librerías de viejo especialistas en botánica, historia, religiones y muchas otras disciplinas que ahora no resultan tan desconocidas. Y las que son desconocidas nutren sus hallazgos en la red. Otra buena parte del mercado está formada por bachilleres a quienes el plan de estudios vacuna contra el gusto por la lectura y recurren a estas catedrales sólo para mojar su frente con el agua bendita de la obligación. Si alguno tiene la suerte de toparse con Ubaldo, con Mercurio o con alguien más que tenga el tiempo y el conocimiento para enriquecer su búsqueda con la recomendación de otros títulos y autores, quizás, despierte esta misma sensación de fraternidad que experimentamos quienes pisamos con gran emoción los pasillos de una librería llena de tomos con experiencia, pues a decir de sus guardianes, mientras que una librería de nuevo ofrece alrededor de 10 mil títulos, en una de viejo puedes encontrar hasta 500 mil en bodega, esperando el tiempo que sea necesario para llegar a las manos de quien dará a la obra su justo valor.

Refiere López Casillas la célebre historia de Sr. Aguais, quien reprodujo en offset varias ediciones españolas para hacerlas más accesibles a un público más amplio, así como también una versión de México a través de los siglos, publicada por Editorial Nacional, lo cual hace pensar que para él el pirataje tenía más relación con la difusión que con el plagio.

Las plantas bajas de estos edificios coloniales se levantan con ladrillos de papel; cimientos de aire sustentan todavía el tezontle, los nichos con sus santos truncos coronados de palomas, la piedra labrada del barroco mexicano, los balcones de celosía, las troneras y los canales de lámina, las gárgolas de arenisca*. Estantes de piso a techo edifican el cielo Borgiano, las moradas Teresianas, creando atmósferas habitables para la reflexión, el conocimiento, y la sorpresa. Deambular entre sus pasillos a la espera de que un título nos brinque a la cara o que el milagro de la sincronicidad se manifieste detrás de una pila de libros, de una dedicatoria, o un apunte olvidado a la mitad, son goces que no deberían perderse; y más allá de adquirir un libro con un fin utilitario, considerar la posibilidad de integrarse uno a la vida del libro, comulgar en la lectura con otros ojos que jamás miraremos; con las manos que nunca podremos tocar; con un aliento que quizás, se sofocó o suspiró en el mismo punto y coma en que lo haremos nosotros, e insertarnos en el destino de una obra; imbricarnos más allá de la lectura, y a su través, en el mar embravecido de anécdotas e historias que han llevado a un libro de un lado a otro durante años.

José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural.





*Fuentes Carlos, Aura p.p. 13
Para escribir esta crónica me basé en información obtenida en http://www.escrituracreativa.com/revista%20digital/n44/viajes.htm
Texto de Felipe Solis publicado en México en el Tiempo No. 11 febrero-marzo 1996

No hay comentarios: