Dice un refrán
popular:“Buenos son los libros viejos, pero solamente los buenos libros
llegan a viejos”. Eso lo saben bien los libreros de Donceles. No por nada
llevan más de setenta años dedicados a vender, buscar, comprar y coleccionar
ejemplares únicos, agotados o “inencontrables”, que por su importancia
histórica, o atributos editoriales y artísticos son considerados entre los
iniciados de la hoja, como verdaderas joyas de alto valor.
A decir de Ubaldo
López Casillas, hijo mayor de Don Ubaldo López Barrientos, fundador de la
primera librería de viejo, la Librería Mercurio en Avenida Hidalgo, a mediados
del siglo pasado: “ser librero o anticuario, como algunos se denominan,
requiere de mucho trabajo. Tener disposición para responder a las oportunidades
y mucha disciplina. A veces hay que bajar bibliotecas completas de un cuarto de
azotea al que sólo se accede por una escalera de caracol. Mantener esto
requiere de mucha constancia, y condición física, también. Cada día trae su
carga de títulos y ejemplares que hay que clasificar, revisar, limpiar y
ordenar para poderles dar salida”.
Heredero, junto con
sus 12 hermanos, de la tradición bibliófila de su tío Nicolás y de su padre,
quienes empezaron el negocio con apenas 20 títulos en el mercado dominical de
La Lagunilla, hoy rubrica su genealogía como uno de los principales promotores
del libro de segunda mano junto con sus primos, tanto de la línea de los López
como de los Casillas, y su hermano menor Mercurio, dinámico propietario de las
librerías Bibliofilia, Inframundo y Los Hermanos de la Hoja, en Donceles, y de
El Volador y Anáhuac, al sur de la ciudad.
Resguardados de la
lluvia caprichosa de esta primavera impredecible, de pie, en el interior de la
bodega de la Librería Selecta, fundada en 1956 por su padre, Ubaldo, con su
actitud mesurada, no esconde su oficio en el detalle. Enciende un cigarro. Me
ofrece un refresco. Recarga el suyo sobre la carátula de uno de los tres
volúmenes que componen la obra “Monumentos del arte Mexicano antiguo”, de
Antonio Peñafiel. Los muros que nos rodean, apuntalados por gruesos polines
están tapizados de vitrinas que resguardan entre sus ejemplares, una crónica de
las islas inglesas, publicada en el siglo XVI, una edición miniatura del
Quijote, de 5cm. X 5cm. editada por Calleja a principios del S. XX, y un
“México y su evolución social”, en una edición de 1890.
En esta misma bodega han pasado codiciadas horas
bibliófilos exquisitos como el dramaturgo Hugo Argüelles, quien visitaba esta
librería con frecuencia para comprar primeras ediciones, libros de arte,
historia, teatro y otras curiosidades, o el maestro Andrés Henestrosa, que a
decir del comerciante, era duro para el regateo.
Al parecer fue la
esposa de Don Ubaldo quien tenía una gran pasión por los libros y lo inspiró a
iniciar el negocio. No se sabe mucho de ella. Percibo un aire de leyenda
alrededor de esta figura enigmática, y me pregunto si existirá alguna relación
entre este personaje femenino, opacado por los varones que la rodean, y la
anciana que retrató magistralmente Carlos Fuentes en su noveleta Aura. Por
cierto que la dirección publicada en el anuncio al que responde el joven
historiador Felipe Montero es Donceles 815. Número ficticio, por demás está
decirlo. Sin embargo, en homenaje a esta obra maravillosa de la Literatura
Mexicana, la librería anticuaria que está al principio de la calle, en el
número 12, lleva el nombre de La casona de Aura.
Hace treinta años, acudían a las librerías de viejo
especialistas en botánica, historia, religiones y muchas otras disciplinas que
ahora no resultan tan desconocidas. Y las que son desconocidas nutren sus
hallazgos en la red. Otra buena parte del mercado está formada por bachilleres
a quienes el plan de estudios vacuna contra el gusto por la lectura y recurren
a estas catedrales sólo para mojar su frente con el agua bendita de la
obligación. Si alguno tiene la suerte de toparse con Ubaldo, con Mercurio o con
alguien más que tenga el tiempo y el conocimiento para enriquecer su búsqueda
con la recomendación de otros títulos y autores, quizás, despierte esta misma
sensación de fraternidad que experimentamos quienes pisamos con gran emoción
los pasillos de una librería llena de tomos con experiencia, pues a decir de
sus guardianes, mientras que una librería de nuevo ofrece alrededor de 10 mil
títulos, en una de viejo puedes encontrar hasta 500 mil en bodega, esperando el
tiempo que sea necesario para llegar a las manos de quien dará a la obra su
justo valor.
Refiere López Casillas la célebre historia de Sr.
Aguais, quien reprodujo en offset varias ediciones españolas para hacerlas más
accesibles a un público más amplio, así como también una versión de México a
través de los siglos, publicada por Editorial Nacional, lo cual hace pensar que
para él el pirataje tenía más relación con la difusión que con el plagio.
Las plantas bajas de estos edificios coloniales se
levantan con ladrillos de papel; cimientos de aire sustentan todavía el
tezontle, los nichos con sus santos truncos coronados de palomas, la piedra
labrada del barroco mexicano, los balcones de celosía, las troneras y los
canales de lámina, las gárgolas de arenisca*. Estantes de piso a techo
edifican el cielo Borgiano, las moradas Teresianas, creando atmósferas
habitables para la reflexión, el conocimiento, y la sorpresa. Deambular entre
sus pasillos a la espera de que un título nos brinque a la cara o que el
milagro de la sincronicidad se manifieste detrás de una pila de libros, de una
dedicatoria, o un apunte olvidado a la mitad, son goces que no deberían
perderse; y más allá de adquirir un libro con un fin utilitario, considerar la
posibilidad de integrarse uno a la vida del libro, comulgar en la lectura con
otros ojos que jamás miraremos; con las manos que nunca podremos tocar; con un
aliento que quizás, se sofocó o suspiró en el mismo punto y coma en que lo
haremos nosotros, e insertarnos en el destino de una obra; imbricarnos más allá
de la lectura, y a su través, en el mar embravecido de anécdotas e historias
que han llevado a un libro de un lado a otro durante años.
José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural.
Analista cultural.
*Fuentes Carlos, Aura p.p. 13
Para escribir esta crónica me basé en información
obtenida en http://www.escrituracreativa.com/revista%20digital/n44/viajes.htm
Texto
de Felipe Solis publicado en México en el Tiempo No. 11 febrero-marzo 1996
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