"Recordó que uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que
los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número
de los hombres."
Tlön, Uqbar, Orbis
Tertius. Jorge Luis Borges.
Foto: Michelle Wells. |
¿Será el amor una proyección que hacemos de núcleos ideales
propios en el otro; y el enamoramiento, una forma de gratitud que mostramos al
amado, en correspondencia de aquella revelación? ¿Hasta dónde funcionamos como espejo de las
expectativas de los otros, y los otros de las propias, y en qué forma el tiempo
determina el cambio, rumbo y percepción de estas expectativas? Quizás una
respuesta o mayores preguntas al respecto encontremos en el libro Insolente clamor del espejo de Lina Zerón,
editado por VersodestierrO.
El arte supone una pregunta constante que a su vez se
responde con otra pregunta mayor. En la medida que el oficio se depura las
respuestas que obtiene el artista contribuyen a desvelar interrogantes más
bellas.
Si este libro fuera cine, sería una road movie sobre la carretera del amor. Y en cada estación, en cada
motel, curva y recta la voz de la protagonista, en este caso la conciencia
poética, reflexiona sobre lo andado y fantasea sobre lo que vendrá. A ratos
rinde homenaje a esos encuentros furtivos, a las presencias constantes, a las
ausencias deseables, y a ratos estalla en arrobamientos al cuerpo, a la
comunión y al sentido de ser a través del otro. Pero hay, entreverado, un
desaliento, una profunda decepción, una daga clavada a la que canta en nombre
propio y en el de todas las mujeres. Esa profunda huella de desprecio, esa
minusvalía auto-infligida por el propio género, y por supuesto, el canto
protesta a la humillación y a la falta de respeto ejercida por el otro, -por el
hombre, hay que decirlo- advenedizo del placer y los mimos; déspota verdugo
representado en el novio, el esposo y el padre, del que, como en un exorcismo
de palabras, la poeta se libera y deja atrás, limpiándose las trazas de
sometimiento que antes marcaron su piel. El poema Gracias, dedicado a Guadalupe Palacios, su abuela, deja claro este
argumento.
Así podemos abordar este poemario a la vez que como un
testimonio de emancipación, como un ejercicio de sublimación del dolor, a
través del espejo del tiempo. Me parece que el poema Estilo resume las cualidades de la búsqueda total y el tono de este
abordaje.
Estilo
Y trepo desde el pozo
del desaliento,
Armada de valor me
enfrento al espejo
Y logro que aparezca
esa otra. Yo,
Mi verdadero reflejo.
Sedienta ahora de
vida recojo los rostros
Y acepto el
irrespetuoso paso del tiempo.
Esta asunción permite a Zerón deambular por los meandros del
erotismo, de la poesía social, de la ciudad como espejo de identidad, del crimen
y la corrupción, así como del ideal histórico que funda la nación. Segura de su
linaje y de su madera poética, al margen de esas llamaradas efímeras de talento
sin oficio que buscan usurpar el puesto de la verdadera poesía. Así lo trasluce
en su poema Desecho de astilla. Cito
un fragmento:
Yo estoy hecha de
maderas finas
y detecto cuando
alguien es desecho de astilla.
Pedro Salinas, poeta español de la generación del 27 define
la poesía como un ahondamiento en la realidad, «una aventura hacia lo
absoluto. Se llega más o menos cerca, se recorre más o menos camino: eso es
todo». Reduce a tres los elementos de su creación: «Estimo en la poesía,
sobre todo, la autenticidad. Luego, la belleza. Después, el ingenio».
El poemario de Lina Zerón cumple con estas tres
características. Y quizás sea en Desconsuelo,
donde increpa a Dios sobre su suerte y se plantea como posible razón de su
tormento el miedo a no pode valerse por sí misma, donde se vea con mayor
claridad esta trinidad:
Tal vez seas flama
desprendida del sol
Y yo ciego espejo
incapaz de reflejarte.
La poesía de Zerón es elocuente, musical, y está escrita en
versos de arte mayor. Se adivinan ecos de Garcilaso y su dolorido sentir, y de Sor Juana, lo mismo que comparte ritmos y
retóricas con algunos otros poetas contemporáneos como Oscar Wong o Silvia
Pratt en cuanto a la arquitectura de sus poemas, y cierta afinidad en la profundidad de sus
emociones con Enriqueta Ochoa o Enrique González Martínez. Pero esto es sólo
una intuición que me viene de una primera lectura de la que brotan mis propias
referencias personales. Sin embargo, esta aparente sencillez está sustentada en
un profundo dominio del arte poética, evidenciado en los versos endecasílabos,
alejandrinos y pentadecasílabos que sustentan la inclusión de estructuras
menores donde recurre a la aliteración con jazzísitica maestría, como en Nada
Nada es sin ti,
Nada en la nada
Mi nada perdida
naufraga
Sin ti.
La ola nada sobre
nada
Sin ti sola la ola
Nada.
Los poemas eróticos declaran un arrobamiento carnal y amoroso
que brota de la admiración, de la idealización, incluso, del amado. En ellos la
temperatura del aire sofoca al resto del mundo para concentrarse en el
espacio-tiempo del abrazo y del contacto. Continuando con la metáfora del road movie estos momentos son atmósferas
concretas donde la piel es la protagonista. A la manera de Betty Blue. El beso, el sudor, el espasmo. La intimidad de los
amantes bebiéndose a borbotones. En ellos se trasmina el sonido de una trompeta
a la Miles Davis y la voz poética se entrega, plena a narrar sus sensaciones,
como lo hace en Cumbre
Sometes mi cuerpo a
dentelladas
poco a poco llegas
hasta mi cumbre
abriendo camino con
tus labios de seda.
Vomité tu nombre en
la siguiente esquina
Más adelante, con las manos puestas al volante y el
acelerador al fondo transita largas y delirantes rectas en las que parece
imposible arribar al horizonte, y no queda más que asirse a los lados del
camino
Estoy agotada de
vivir al borde de mis suspiros.
Y para ello la poeta escribe,
tira al asfalto puñados de palabras que son como lazarillos que le indican por
donde seguir. Y así, entregada con fe al oficio conduce el carro de su destino
convencida de que será la poesía el único mapa sobre el que habrá de resolver
los enigmas de la existencia y cuya huella habrá de plantar a sus lectores
rutas nuevas que seguir. Aceptemos la invitación de este Insolente clamor del espejo, dejémonos seducir por la ráfaga de su
canto
Anda, atrévete a
enfrentar el presente
te invito a irnos
juntos al diablo.
José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural.
arteduro.dealers@gmail.com
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