“…que el amor es
simple, y a las simples cosas las devora el tiempo”.
César Isella / Armando
Tejada
Lo que todos vemos, lo que forma parte de nuestro cotidiano,
las pequeñas cosas que hacen los grandes eventos de la vida es lo que Selene
retrata, como si con su mirada incendiara la voz de las cosas y las pusiera a
cantar.
Su acercamiento no es violento ni confrontador, sino amable y prístino.
No por ello ingenuo, mas sí conserva una inocencia en su discurso; inocente en
el sentido virtuoso, de no perversión –en el mejor sentido del término-; no
torcido, rebuscado ni retruecanoso.
Su fotografía es nítida, clara,
transparente y luminosa. No se detiene en claroscuros ambiguos, ni busca la
sombra que yergue su peso sobre la realidad. Su enunciado es contundente. El
color es el color y vibra, la forma es forma y ocupa un lugar en el espacio, el
movimiento es cambio y ella lo captura en el instante en que todos los demás lo
dejan ir.
Al lanzarse a la luz, Selene va dispuesta a verlo todo y a
testimoniarlo con el asombro de una niña pura, pero a la vez con la herida de
la conciencia adulta que aprecia la finitud del momento y sabe guardarlo, sin
destruirlo. Eso es el amor.
Su objetivo, entonces, simple, normal, sin grandes
angularidades ni poderosos acercamientos se vuelve vocero de lo ordinario, del
cotidiano milagro, para dar fe de las cosas que nos envuelven, y al hacerlo
crea una acción refractaria que a la vez acerca y apropia, pero al mismo tiempo
separa, diseca, aleja, genera una distancia, una perspectiva que permite
remirar aquello con ojos nuevos, para asumirlo nuevamente como un elemento
valioso de la escenografía cósmica, y así advertir, a través de sus instantáneas,
un atardecer pautado por unos cables de alta tensión, la lluvia que languidece en
el cristal de una ventana, un iridiscente brote de buganvilias, un cardenal
solitario recortado frente al azul potente del cielo, la catarina en la hoja de
la nochebuena, la distención de las mallas que envuelven sus piernas, una desbandada
de pájaros al caer la tarde, una avispa en su rotundo ámbar sobre una blanca
superficie de madera, el arcoíris a través de la ventana llovida del coche, el asombro
de Tiro al blanco en el espejo, las ruedas trillizas de una locomotora, una
paloma que aterriza sobre una luminaria, insectos, el remate de una casa, la
luz del sol revelando el verde vulnerable de una hoja tierna, la siesta resolana
de unos chuchos entre las ruedas de un coche, arquitecturas espirituales,
composiciones urbanas, animales, vegetación, astros, máscaras, golosinas.
Simples cosas que hacen de la vida una feria de color, desde
el punto de vista de un ojo generoso que nos da la bienvenida al mundo del detalle,
a través de la revelación de lo inmediato.
José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural
arteduro.dealers@gmail.com
1 comentario:
Excelente fotógrafa que transforma la realidad cotidiana en poesía de colores y emociones.
Leerte describiendo la fotografía de Selene Acuña, José Manuel, ha sido un paseo por la galería de la imaginación.
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