Maestra Itzeel Reyes H. Pintora y filósofa. |
I LA SORPRESA
Al abrir Vario
Mar Incesante, tenía en mente algunos libros sobre arte, algunas
compilaciones de crítica, un par de columnas periodísticas y para mi sorpresa me
encontré con algo diferente. La que nos muestra José Manuel Ruiz Regil,
es una mirada doble, porque siente y percibe de cara a las múltiples
expresiones artísticas, pero a su vez, como autor, construye un discurso, a
veces crónica, en el que podemos ver cómo piensa, juzga, relaciona ideas y
experiencias e incluso podemos vislumbrar en sus palabras, una parte de las
cosas que habitan su imaginación. Cuando uno interpreta, en las palabras van
nuestras vivencias, cuando hablamos del otro, hablamos también de nosotros
mismos.
Dije que se
trataba de una sorpresa para mí porque usualmente nos encontramos con críticos
que asumen su palabra como sabiduría, como si fuesen poseedores de un criterio
de verdad inobjetable; críticos que al parecer quieren el reflector sobre
ellos, porque son los especialistas que podrán desvelar el verdadero sentido de
una obra que en muchos casos, ni el autor tenía en mente. Es una sorpresa
porque también hay generalmente –no siempre-, un público flojo que prefiere
leer lo dicho por el crítico antes que formarse un criterio propio. Cuántas
veces vemos a los asistentes a una exposición leyendo y copiando la información
sin ver la obra, o viéndola a través de su celular, sin oírla ni percibirla, y
peor aún, sin oírse a sí mismos.
Vario Mar
incesante es justo lo contrario, no
son los textos de un espectador que specta
o espera pasivamente a ser sorprendido; se trata de la reflexión de quien ha
sido parte del público y ha estado en el lugar de quien se expone como autor. José
Manuel como escritor y cantautor sabe lo que implica crear, exponerse a los
demás y esperar la reacción del público y sabe bien que cuando el público sólo
está dispuesto a recibir… la obra queda trunca.
El arte se
completa con la significación que le entrega el participante, es cosa de mutuo
sacrificio. Se ofrenda una expresión de vida cuando el arte es honesto, el
participante se entrega, siente y vive la obra cuando busca el diálogo.
El crítico
que “dicta”, sólo es un tirano que
espera ser reconocido como si él fuera el autor, pero olvida que su papel
debiera ser mucho más relevante. Un crítico debiera crearse sus propios
criterios, debiera compartir y discutir sus pensamientos con otros, debiera ser
una guía para señalar lo esencial y no para evitar ver o no la obra. Pienso que
se ha perdido el placer de las discusiones con argumentos y a cambio han
quedado los oídos y los ojos cerrados de los asistentes, que ya se han
convertido sólo en espectadores. La crítica tiene un papel fundamental para el
arte, porque para hablar de la expresión artística del otro, debemos primero
conocernos, saber escucharnos a nosotros mismos para emitir un juicio de lo que
nos parece la realidad y luego construir nuestra propia versión. Sé que Ruiz
Regil no busca colocarse en el papel del crítico, pero justo quien no lo
hace debe,
porque está abierto a la sorpresa, a escuchar otras voces, otras formas
distintas y está dispuesto a enriquecer su punto de vista siempre.
Pero hay un
lado más, no sólo el autor y el público, sino el libro como tal, pues cuando
fue entregado al editor, las palabras de José
Manuel quedan a merced de los lectores, ya no estará el autor para comentar
y explicar, ahora estará solo el lector con el libro. Nuestra responsabilidad
es preguntar y plantearle a Vario Mar
Incesante lo que opinamos, para que
cada uno de nosotros juzguemos con nuestro propio criterio.
II EL DIÁLOGO
De los
juicios que nos muestra el libro, concuerdo en la influencia que ejercen los
medios en la actitud con que la gente asiste a las exposiciones, me llamó la
atención la pregunta que le hace a un artista brasileño: “¿Es suficiente la
representación para ser un crítico?”[1],
o la reflexión sobre la pobreza de referencias que usualmente tiene el público,
coincido en lo triste de escuchar un: “está padre” porque no hay un diálogo.
También sonreí con el reclamo al MUAC, como si los curadores hubieran olvidado
el impacto que implica ver tantas propuestas juntas y no hubieran tomado en cuenta el tiempo
necesario para digerir cada sala.
A través de
los testimonios que muestra José Manuel, también puedo verme cuestionada, pues
yo vi algunas de estas expresiones desde otro lado. Al mirar exposiciones
vistas con otros ojos y con otra vivencia, me ha obligado a recordar aquello
que pasé de largo o bien, detalles que sólo fueron de mi interés y que no
merecieron ser nombradas en este libro. Efectivamente se antoja el café para la
charla.
“¿Te parece
osado reflejarte en estos cuadros?” … nos pregunta el autor y la respuesta
debiera ser –desde mi perspectiva-, un
sí porque los otros nos constituyen con su mirada y nosotros decidimos qué es
lo que tomamos para construirnos; aunque también podría ser un no, porque no
soy ese, mi situación es diferente, mis motivos y existencia son otros
distintos, aunque a veces mueva mis dedos como caracoles, como lo hace una de las
pinturas de alguna exposición referida en el libro.
En algunos
casos el autor parece sugerir una crítica, un estilo, unas intenciones comunes más allá de lo que un grupo de pintores o
músicos ven, porque quien está “haciendo”
a veces pierde perspectiva y mirar desde
otro lado, permite imaginar un carácter que recorre nuestro tiempo, algo de lo que
quizá los artistas no estén del todo conscientes, como las “cronopsias”sobre los temas y en especial
la sensación de ser tocado por los personajes que combinan danza, música y
teatro. Incluso me atrevería a retomar estas palabras
del autor para describir su propio quehacer: “…un manejo de la incertidumbre
lleno de frescura y espontaneidad (…)
que evidencia lo no dicho en la alegoría de lo contado...”[2]
III EL RIZOMA
Este libro
no sólo fue diferente a lo que esperaba, sino que me dio una sensación
vertiginosa cuando fui consciente de que: Itzeel
Reyes lee el libro de José Manuel
para escribir y presentar Vario Mar Incesante, pero en el
libro está incluido un texto que escribe José
Manuel sobre la obra de Itzeel Reyes.
Se antoja un juego rizomático, borgiano, ahí donde la interpretación y la
hermenéutica del propio yo continúa de forma discontinua y hasta fractal.
Al leer la
visión de alguien que no soy yo, al leer qué le llamó la atención, al señalar
ciertas cosas y no otras, sé que la obra tiene voz propia y actúa sin mi
permiso.
Para mí, pintar
es una necesidad, ahí donde el lenguaje ya no discute y el acto de darle
sentido a lo que se hace, se muestra pleno para quien se expresa por este
medio. Ya no se trata de copiar, de re- presentar, sino de expresar. Pintar es
un acto que procura, es el acto que de dar sentido al mundo, se trata de un
hacer que pone de lado al habla y que a la vez lo ensalza.
Quien pinta y quien escribe
suele perderse entre los vericuetos de la materia con la que trabaja, suele
encontrar nuevas sendas, nuevos caminos en los que pone su fe para ubicar la
salida del laberinto. Y al terminar la obra –al menos en la pintura-, aparece
entonces la palabra como la gran ausente. El silencio la hace patente y es
cuando se muestra la necesidad del diálogo.
El círculo
virtuoso se cierra momentáneamente. Ahora se abre, esperando a los lectores y a
los diálogos por venir en un Vario Mar Incesante.
¡En horabuena querido amigo!
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