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lunes, 8 de abril de 2013

El movimiento doble, por Itzeel Reyes



Maestra Itzeel Reyes H. Pintora y filósofa.

I    LA SORPRESA

Al abrir Vario Mar Incesante, tenía en mente algunos libros sobre arte, algunas compilaciones de crítica, un par de columnas periodísticas y para mi sorpresa me encontré con algo diferente. La que nos muestra José Manuel Ruiz Regil, es una mirada doble, porque siente y percibe de cara a las múltiples expresiones artísticas, pero a su vez, como autor, construye un discurso, a veces crónica, en el que podemos ver cómo piensa, juzga, relaciona ideas y experiencias e incluso podemos vislumbrar en sus palabras, una parte de las cosas que habitan su imaginación. Cuando uno interpreta, en las palabras van nuestras vivencias, cuando hablamos del otro, hablamos también de nosotros mismos.

Dije que se trataba de una sorpresa para mí porque usualmente nos encontramos con críticos que asumen su palabra como sabiduría, como si fuesen poseedores de un criterio de verdad inobjetable; críticos que al parecer quieren el reflector sobre ellos, porque son los especialistas que podrán desvelar el verdadero sentido de una obra que en muchos casos, ni el autor tenía en mente. Es una sorpresa porque también hay generalmente –no siempre-, un público flojo que prefiere leer lo dicho por el crítico antes que formarse un criterio propio. Cuántas veces vemos a los asistentes a una exposición leyendo y copiando la información sin ver la obra, o viéndola a través de su celular, sin oírla ni percibirla, y peor aún, sin oírse a sí mismos.

Vario Mar incesante es justo lo contrario, no son los textos de un espectador que specta o espera pasivamente a ser sorprendido; se trata de la reflexión de quien ha sido parte del público y ha estado en el lugar de quien se expone como autor.  José Manuel como escritor y cantautor sabe lo que implica crear, exponerse a los demás y esperar la reacción del público y sabe bien que cuando el público sólo está dispuesto a recibir… la obra queda trunca. 

El arte se completa con la significación que le entrega el participante, es cosa de mutuo sacrificio. Se ofrenda una expresión de vida cuando el arte es honesto, el participante se entrega, siente y vive la obra cuando busca el diálogo.

El crítico que “dicta”,  sólo es un tirano que espera ser reconocido como si él fuera el autor, pero olvida que su papel debiera ser mucho más relevante. Un crítico debiera crearse sus propios criterios, debiera compartir y discutir sus pensamientos con otros, debiera ser una guía para señalar lo esencial y no para evitar ver o no la obra. Pienso que se ha perdido el placer de las discusiones con argumentos y a cambio han quedado los oídos y los ojos cerrados de los asistentes, que ya se han convertido sólo en espectadores. La crítica tiene un papel fundamental para el arte, porque para hablar de la expresión artística del otro, debemos primero conocernos, saber escucharnos a nosotros mismos para emitir un juicio de lo que nos parece la realidad y luego construir nuestra propia versión.  Sé que Ruiz Regil no busca colocarse en el papel del crítico, pero justo quien no lo hace debe, porque está abierto a la sorpresa, a escuchar otras voces, otras formas distintas y está dispuesto a enriquecer su punto de vista siempre.

Pero hay un lado más, no sólo el autor y el público, sino el libro como tal, pues cuando fue entregado al editor, las palabras de José Manuel quedan a merced de los lectores, ya no estará el autor para comentar y explicar, ahora estará solo el lector con el libro. Nuestra responsabilidad es preguntar y plantearle a Vario Mar Incesante  lo que opinamos, para que cada uno de nosotros juzguemos con nuestro propio criterio.

II   EL DIÁLOGO

De los juicios que nos muestra el libro, concuerdo en la influencia que ejercen los medios en la actitud con que la gente asiste a las exposiciones, me llamó la atención la pregunta que le hace a un artista brasileño: “¿Es suficiente la representación para ser un crítico?”[1], o la reflexión sobre la pobreza de referencias que usualmente tiene el público, coincido en lo triste de escuchar un: “está padre” porque no hay un diálogo. También sonreí con el reclamo al MUAC, como si los curadores hubieran olvidado el impacto que implica ver tantas propuestas juntas y  no hubieran tomado en cuenta el tiempo necesario para  digerir cada sala.

A través de los testimonios que muestra José Manuel, también puedo verme cuestionada, pues yo vi algunas de estas expresiones desde otro lado. Al mirar exposiciones vistas con otros ojos y con otra vivencia, me ha obligado a recordar aquello que pasé de largo o bien, detalles que sólo fueron de mi interés y que no merecieron ser nombradas en este libro. Efectivamente se antoja el café para la charla.

“¿Te parece osado reflejarte en estos cuadros?” … nos pregunta el autor y la respuesta debiera ser –desde mi perspectiva-,  un sí porque los otros nos constituyen con su mirada y nosotros decidimos qué es lo que tomamos para construirnos; aunque también podría ser un no, porque no soy ese, mi situación es diferente, mis motivos y existencia son otros distintos, aunque a veces mueva mis dedos como caracoles, como lo hace una de las pinturas de alguna exposición referida en el libro.

En algunos casos el autor parece sugerir una crítica, un estilo, unas intenciones comunes  más allá de lo que un grupo de pintores o músicos ven,  porque quien está “haciendo” a veces pierde perspectiva  y mirar desde otro lado, permite imaginar un carácter  que recorre nuestro tiempo, algo de lo que quizá los artistas no estén del todo conscientes, como las “cronopsias”sobre los temas y en especial la sensación de ser tocado por los personajes que combinan danza, música y teatro.   Incluso me atrevería a retomar estas palabras del autor para describir su propio quehacer: “…un manejo de la incertidumbre lleno de frescura y espontaneidad (…)  que evidencia lo no dicho en la alegoría de lo contado...”[2]

III EL RIZOMA

Este libro no sólo fue diferente a lo que esperaba, sino que me dio una sensación vertiginosa cuando fui consciente de que: Itzeel Reyes lee el libro de José Manuel para escribir y presentar Vario Mar Incesante, pero en el libro está incluido un texto que escribe José Manuel sobre la obra de Itzeel Reyes. Se antoja un juego rizomático, borgiano, ahí donde la interpretación y la hermenéutica del propio yo continúa de forma discontinua y hasta fractal.

Al leer la visión de alguien que no soy yo, al leer qué le llamó la atención, al señalar ciertas cosas y no otras, sé que la obra tiene voz propia y actúa sin mi permiso.

Para mí, pintar es una necesidad, ahí donde el lenguaje ya no discute y el acto de darle sentido a lo que se hace, se muestra pleno para quien se expresa por este medio. Ya no se trata de copiar, de re- presentar, sino de expresar. Pintar es un acto que procura, es el acto que de dar sentido al mundo, se trata de un hacer que pone de lado al habla y que a la vez lo ensalza.

Quien pinta y quien escribe suele perderse entre los vericuetos de la materia con la que trabaja, suele encontrar nuevas sendas, nuevos caminos en los que pone su fe para ubicar la salida del laberinto. Y al terminar la obra –al menos en la pintura-, aparece entonces la palabra como la gran ausente. El silencio la hace patente y es cuando se muestra la necesidad del diálogo.

El círculo virtuoso se cierra momentáneamente. Ahora se abre, esperando a los lectores y a los diálogos por venir en un Vario Mar Incesante.

¡En horabuena querido amigo!







[1] Pregunta hecha respecto de la exposición de Vik Muniz.


[2] Esta rreferencia  no es fiel, está distorsionada. Ruiz Regil, José Manuel, Vario Mar Incesante, ed. SAMSARA, p.83

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