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miércoles, 16 de julio de 2014

1er. Coloquio Iberoamericano de Crítica de Arte (Museo de San Carlos)

Foto: CONACULTA
"De la obra, lo que queda es el texto".
Maestro Marco Antonio Trovamala
Artista plástico

Comenzaron las jornadas del 1er. Encuentro Iberoamericano de Crítica de Arte organizadas por CONACULTA y el Instituto Nacional de Bellas Artes, a través del Museo Palacio de Bellas Artes, Museo de San Carlos y Museo de Arte Moderno.

El miércoles 16 de julio de 2014 alrededor de las diez de la mañana, luego de las consabidas incertidumbres del registro de cualquier evento, los gafetes, los stickers y los acomodos en el Auditorio del Museo de San Carlos; con la presencia de María Cristina García Cepeda, Directora del INBA; Carmen Gaitán Rojo, Directora del Museo de San Carlos, anfritrión del primer día; Miguel Fernández Félix, Director del Museo del Palacio de Bellas Artes y Sylvia Navarrete Bouzard, Directora del Museo de Arte Moderno, se declaró formalmente inaugurado este magno evento sin precedentes ´-bueno, señaló la maestra Gaitán que hay registro de que en los años cincuenta se hizo algo similar-, así es que ya era tiempo de que se abriera un espacio para la reflexión sobre la interdependencia que mantienen entre sí la aproximación crítica y el fenómeno artístico que analiza.  
En este coloquio, junto a este objetivo también se persigue describir los espacios transversales en los que se desenvuelve la crítica para mostrarnos su potencial y relaciones con otros ámbitos reflexivos como la teoría estética, la historia del arte, la antropología y las plataformas de pensamiento y redes de distribución.  De igual forma se pretende elaborar un mapa en el que se establezcan los parámetros discursivos que propone la crítica de arte en la actualidad.

En la mesa inaugural, flanqueada por los curadores José Manuel Springer y Santiago Espinosa de los Monteros, co-directores del evento, se compartió brevemente el sentimiento de equipo que la preparación de este coloquio produjo, así como el reconocimiento al compromiso y talento de todos los involucrados para llegar a esta fecha en la que una audiencia ávida de ideas y conceptos, -principalmente jóvenes- se reunió a escuchar la problemática de un medio al que aspiran pertenecer, pertenecen o  al que les interesa aportar su granito de arena desde las diversas actividades que lo conforman.

La primera ponencia estuvo a cargo del curador José Manuel Springer, “Crítica, creación y creatividad”, en la que el curador habló de su experiencia como crítico de arte, a partir del ejercicio periodístico, y como tal resaltó su carácter efímero. Expresó su inquietud por que el ejercicio de la crítica sea un oficio creativo, más democrático, donde la voz de todos los actores nutra la escena total. Aunque por otro lado puntualizó que no habla de una pluralidad, ya que no se definen ni se acaban de visibilizar todos los actores, a propósito de los diversos medios electrónicos en los que se ha fractalizado la crítica, quizás, deviniendo en mera opinión o comentario superfluo.

Su postura, a ratos ambivalente, sobretodo, durante la mesa de debate “La crítica como medio de legitimación”, generó confusión en la audiencia y en las participantes, la Maestra Estrella de Diego, de España, y la Doctora Diana Wechler, de Argentina, moderadas por Andrea Villers, quienes expresaron su opinión al respecto de su oficio como crítica, Estrella; y como curadora, Diana, desde la perspectiva de su país y de su condición.

El estilo desfachatado y simplista, no por ello menos serio de Estrella ganó simpatía y dejó ver una realidad global con la claridad de esta palabras: “Estamos viviendo otra era. No sé cuál, pero ya no es la de antes”. Su experiencia y conocimiento nos dio la tranquilidad de que “una vez que entiendes lo que pasa, ves que no pasa nada”. Desde ese espacio de sabiduría es que ejerce su oficio en la columna de El País, diario español por excelencia, donde tiene la libertad de escribir y comentar los fenómenos estéticos como un ejercicio especulativo en el que no se erige como una autoridad taxativa, sino que brinda vías para el acercamiento y la lectura de un fenómeno estético.

Ante ello, Diana se asumió como “la mala del cuento”, en tanto curadora de una institución que se rige por políticas y acuerdos que necesariamente dictan una línea conveniente, más allá de los romanticismos creativos. Citó como ejemplo algunas experiencias de investigación y curaduría y en la sesión de preguntas del público, de pronto, se asumió confundida, al grado de preguntar ¿de qué estamos hablando?  La pregunta en el aire trataba de dilucidar si debemos volver al modelo autoritario censor del crítico que valida y legitima una obra desde un canon dictado por los intereses de la clase dominante –cosa que José Manuel comenzó diciendo que no- o buscamos una crítica que abra vías de diálogo entre los artistas, el público, las instituciones y los distribuidores?

El ideal de saber que lo que es revolucionario hoy suele ser institución mañana alivianó la participación de las estructuras de poder como el museo mismo, el cual funciona como un filtro que legitima un discurso particular que debe ser superado.

Museo Nacional de San Carlos.

Afortunadamente, quedan muchos cabos sueltos luego de una mesa como esta. Lo deseable es que la construcción de la opinión y el sentido de comunidad continúen a través de los canales adecuados para ello y se logren trascender las inercias que obstaculizan el tránsito de la creatividad al consumo del público.

La tarde de verano ofreció una llovizna melancólica para la hora de comer.

La segunda parte del día continuó con la ponencia de Orlando Brito, “En las distancias cortas”, quien leyó una larga y amena reflexión sobre su experiencia como usuario del ciberespacio y los medios digitales, luego de la que, con humanismo conciliador, invitó a los jóvenes a no quedarse en los espacios virtuales, sino salir a la realidad a exponerse a la cercanía de la experiencia análoga, la cual es insustituible, a pesar de lo cómodo, diverso y versátil que pueda ser el acceso inmediato y la cercanía aparente de otras realidades que brindan los dispositivos electrónicos y las redes.

Durante la mesa de debate “Medios y plataformas para la crítica de arte”, moderada por Andrea Bustillos, Ramón Almela fue el primero que hizo notar su desacuerdo relativo con respecto a la cercanía de la realidad análoga, reivindicando la validez e impacto de las redes, e ilustrándolo justamente con el ejemplo personal de comunicación que ha tenido con el mismo Britto, estando lejos, geográficamente. Se entiende que la propuesta del ponente pretendía buscar el equilibrio entre el tiempo invertido en el ciberespacio y la vida real, pero la fascinación del segundo por los nuevos soportes y las posibilidades de lenguaje digital desvió, reenfocó nuevamente la atención del público en los “fierros” y no en los conceptos estéticos o filosóficos que implicaba la invitación.

Sobre esta apología tecnológica que encabezó Almela, se siguió Alberto García Rico con su “Respuesta a Orlando Britto” que más que réplica sonó a manifiesto tecnocrático cuyo envoltorio demagógico pretendía armonizar todas las posturas al tiempo que en lo concreto invalidaba todas aquellas que no comulgaran con la hegemonía tecno-científica que predicaba. Y ya que como escucha me perdió, quisiera tener oportunidad de leer su texto para poder discernir los conceptos que expresó y comentarlos con más precisión.  

Luego de eso el historiador y crítico de arte Antonio Espinoza tomó el rol del “pesado del Power Point” que en la mesa anterior Estrella evitó, para exponer una reflexión auto-biográfica sobre el devenir del trabajo del crítico de arte en la que evocó los tiempos en que Raquel Tibol, Teresa del Conde y Jorge Alberto Manrique marcaban la línea única, y hacer mención de una generación de críticos de arte -la suya- en la que se encuentran Blanca González , Alberto Ruy Sánchez, Luis Rius, Santiago Espinosa, José Manuel Springer, entre otros importantes críticos que hicieron el día a día de los últimos veinticinco años y que, desde su perspectiva han ido perdiendo autoridad ante la emergencia de las nuevas –y ya no tanto- tecnologías, la desvalorización del mercado y la preponderancia del curador como agente crítico, también. Sin embargo, en un encontronazo alegórico que hizo entre los zombies y la hidra de Lerna compartió su atisbó hacia un renacer de la figura preponderante del crítico como el faro que volverá a arrojar luz sobre la bruma de la confusión mediática.

Apropiándome de su metáfora yo precisaría que esa cabeza inmortal más que ser la amenaza del curador, es el artista. Podemos cortar todas las demás cabezas de la hidra, pero no la del generador primario.

Percibo una preocupación legítima de la generación actuante por acercarse, aprender y heredar su experiencia a los jóvenes, a los nacidos a finales de los años noventas. Sin embargo, invitaría a la mesura en este entreguismo tecnocrático en el que nos estamos dejando apabullar por el brillo de los sistemas, cuando en realidad, lo que hay que hacer es fomentar el pensamiento crítico en todas las áreas de la vida, y específicamente en el relato de las artes. 

Es notoria la disposición e inclinación vehemente hacia los jóvenes que yace en este coloquio, hubo una innecesaria discriminación de talentos en las clínicas por edad y eso me parece poco democrático, como me lo pareció obviar la presencia de actores importantes, por su trascendencia mediática en el escenario de la crítica de arte contemporánea, y que al soslayarse se evidencian, como es el caso de Avelina Lesper, cuyo nombre parece estar proscrito de estos recintos, pues ni porque apareció una obra del artista visual Eduardo Romo como parte de la presentación de uno de los ponentes se dijo su título ya que es una crítica a la crítica de arte, La silla de Avelina.

Ante esta diversidad de conceptos y aproximaciones técnicas y teóricas me pregunto si todo esto; la emergencia de plataformas sofisticadas, la multiplicación de los medios de difusión, la personalización del medio y la subjetivización del mensaje alteran en algo esa experiencia íntima de vivir y pensar la obra de arte o el fenómeno artístico. Quisiera saber si estos encuentros pretenden legitimar, más bien, al agente preponderante –por usar un término glam de hoy- y no propiciar elementos para la felicidad y el enriquecimiento del disfrute de la vida, dentro de la que se encuentra el arte.


Quedó manifiesto que hoy más que nunca es importante definir el lugar desde donde se elabora un discurso y ser consecuente con él. Saber si le toca a la academia divulgar, democratizar, popularizar las reflexiones teóricas sobre los asuntos estéticos; si el periodista comprometido adoptará un papel didáctico hacia sus lectores; si el promotor cultural habrá de generar un espacio donde medie la teoría y la práctica; si el espectador asumirá el papel de autodidacta y aprenderá a descartar de entre la oferta multitudinaria de opciones que le ofrece la red aquellas que le sean más significativas y le ayuden a construir su propio discurso o quedará a la deriva de las fuerzas propagandísticas que marcan los estilos de consumir productos de toda índole, entre ellos el arte como una moda pasajera que nutre a ratos al snob

Evocando las figuras tutelares que desde el origen del proyecto, y al principio del evento, a manera de homenaje, la maestra Carmen Gaitán mencionara, como son la de José Juan Tablada, Xavier Villaurrutia, José Vasconcelos, Octavio Paz, Luis Cardosa y Aragón, Rubén Bonifaz Nuño, y tantos otros que han enriquecido la tradición del comentario y el ensayo sobre arte, encontraremos quizás, la manera de otorgarle un elemento trascendental a esta tarea, pues su aportación a la tradición iniciada por Charles Baudealaire a finales del siglo XIX tiene hoy su más grande oportunidad. Será ahí, tal vez, donde el ejercicio de seducción de cada emisor convoque a un público específico, lo nutra y lo acerque a la maravilla de la experiencia estética desde su nicho particular, ubicado en algún lugar de la inmensa constelación fractal del ciberespacio.





José Manuel Ruiz Regil
Arte Duro Curators & Dealers
josemanuelruizregil@gmail.com
arteduro@gmail.com

2 comentarios:

Unknown dijo...

Lo que quería poner en relieve con mi ponencia era el hecho de que la crítica es un oficio creativo, y que debe su práctica debe ser re-distribuida entre los actores del campo artístico y el público. De forma que todos participemos en el debate, lectura y difusión, a partir de nuestras propias plataformas y posturas.

No me interesa la pluraridad como tal, pues me parece que la pluralidad entendida como representación equitativa, es una cortina de humo. Internet es visto como una plataforma plural, pero creo que esto es falso. Las posiblidades de democratización de un medio están determinadas no sólo por la participación; asi así fuera, estaríamos sólo sincronizando opinione, algunas de ellas muy conservadoras. Una especie de despotismo blando.

La creación de una pseudodiversidad es una coartada legitimadfora que oculta la imposición de unas cuantas interpretaciones, que dan la apariencia de pluralidad.

Yo propuse una redistribución de la labor crítica y creativa efectiva, donde el cambio de roles permita el surgimiento de posturas argumentadas desde un lugar específico e individual. Resulta imposible ver la obra sin un pensamiento que esté ligado a la experiencia.

José Manuel Ruiz Regil dijo...

Muchas gracias, José Manuel, por tus precisiones y por visitar El ate de la crítica.