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martes, 18 de marzo de 2014

El poder del ahora

Eckhart Tolle.
El poder del ahora, del maestro espiritual Eckhart Tolle, editado por Gaia, es un libro sumamente confrontador, pues su misión es hacernos entender que todo aquello que llamamos realidad es mera percepción. Y que ésta depende mucho de la identidad que hayamos creado –ego- con el cuerpo-dolor; y que no podremos dejar de sufrir y estar angustiados a menos de que cultivemos el estado de presencia que nos libera del tiempo, a través de la creación del testigo observante que genera la práctica de la meditación. Y que cuando logremos eso, cuando seamos el árbol y no quien observa el árbol, entonces nos habremos fundido con el todo y seremos parte de la unidad de donde brota la paz verdadera y la felicidad suprema. ¿Suena bien, no? Claro, es la promesa del Nirvana apetecido. Pero qué lejos estamos de siquiera acercarnos por un instante a esa totalidad. Los valores culturales de la sociedad favorecen, precisamente, todo lo contrario. Nos invitan a creer que somos únicos, distintos y separados del mundo, y refuerzan nuestras creencias alimentando las condiciones que el cuerpo-dolor fabrica para seguir en el círculo vicioso del sufrimiento. 

Dice, el autor en algún momento. “No le des tiempo al dolor”. Refiriéndose a que si nos salimos del estado de presencia –de la conciencia del aquí y ahora- viajamos al pasado o al futuro y respondemos al presente desde una realidad equivocada. Desde el recuerdo de lo vivido o desde la proyección de lo que aún no sucede. Esta, por decirlo así, esquizofrenia temporal nos tiene perturbados y fascinados a la vez.

“Ser incapaz de dejar de pensar es una enfermedad terrible, pero no nos damos cuenta de ella porque casi todo el mundo la sufre y se considera algo normal”. Esta es una declaración muy fuerte que hace el maestro Tolle. “La iluminación es un estado de totalidad en el que estás unificado y por lo tanto estás en paz. Eres uno con la vida en su aspecto manifestado –el mundo- y también con el yo profundo y la vida no manifestada; eres uno con el Ser. La iluminación es el final del sufrimiento y del conflicto continuo, tanto interno como externo, pero además es el final de la horrible esclavitud que produce el pensamiento incesante. ¡Eso es una liberación increíble!”

Todos estos conceptos, a partir de la desmitificación de ciertas ideas que pareciera premisas incuestionables en nuestra sociedad -como que la humanidad ha alcanzado el punto más alto de su desarrollo, o que estamos completamente separados unos de otros, de la naturaleza y del cosmos, o que el mundo físico es todo lo que hay- son desarrollados minuciosamente a lo largo de diez capítulos en los que hace énfasis en algunas ideas básicas como la de conceptualizar que no somos la mente, que es necesario salir del dolor, que hay que crear el estado de presencia, entre otras cosas para trascender el tiempo y establecer una relación más sana con el mundo manifestado.

A lo largo de este ensayo el maestro Eckhart Tolle va sumando conceptos que uno puede ir llevando a la práctica en este largo camino del despertar de la conciencia.

“La emoción surge en el punto donde cuerpo y mente se encuentran. Es la reacción del cuerpo a la mente o, dicho de otra forma, el reflejo de la mente en el cuerpo”. Por ello sugiere observar lo que el cuerpo siente, la reacción que el yo manifiesta ante un estímulo determinado, para empezar a discernir lo que es uno de lo que es un reflejo de la identificación que tenemos de lo que uno es.

“Si te ves arrastrado a la identificación inconsciente con la emoción por tu falta de presencia, lo cual es normal, la emoción se convierte temporalmente en ti. A menudo se crea un círculo vicioso entre el pensamiento y la emoción que se nutren mutuamente. El patrón de pensamiento crea un reflejo agrandado de sí mismo en forma de emoción y la frecuencia vibratoria de la emoción alimenta el patrón de pensamiento original. Volviendo mentalmente a la situación, suceso o persona que percibes como causas de la emoción, el pensamiento alimenta la emoción, que a su vez energetiza el patrón de pensamiento, y así sucesivamente”.

El estado de presencia es quizás ese espacio que experimenta el artista, cuando hace de su trabajo un acto sagrado, y haciendo a un lado todo su bagaje cultural y perceptivo, se abandona por completo a la creación y se funde con el ahora, de donde extrae un testimonio que llamamos pieza artística. Quien lo ha experimentado sabe que esto funciona así. Puede ser al momento de dibujar, cantar, bailar, escribir, o realizar cualquier otra actividad en la que sucede el contacto con el ahora. Hay cosas que uno hace que sabe que las hizo porque fue testigo de ellas, mas no se explica cómo sucedieron –a pesar de saber cómo hacerlas. Comenta el autor que esta adicción a la adrenalina del instante es quizás, la razón por la cual muchos deportistas extremos se aficionan tanto a su disciplina, pues una distracción en un momento determinado puede costarles la vida. Por eso, aprender a morir en vida para vivir mejor es otro de los temas que aborda en este apasionante ensayo que da sentido de trascendencia a muchas de las prácticas y terapias que se difunden actualmente en el amplio panorama del turismo espiritual.

“Como vivimos en una cultura totalmente dominada por la mente, la mayor parte de las obras artísticas, arquitectónicas, musicales y literarias no tienen belleza ni esencia interna, aunque hay algunas excepciones. La causa de este estado de cosas es que los autores no pueden liberarse de su mente ni por un momento. Por eso nunca llegan a estar en contacto con ese lugar interno de donde surgen la belleza y la verdadera creatividad. Dejada a sí misma, la mente crea monstruosidades, y no sólo en las galerías de arte. Observa nuestros paisajes urbanos y nuestros páramos industriales”.


Si la realidad es reflejo de nuestra mente, es obvio que estamos pensando mal. Recordemos la serie de dibujos de Goya titulados caprichos, en donde en uno de ellos se ve al hombre dormido sobre sus brazos recargado en una mesa, y una leyenda que dice “El sueño de la razón produce monstruos”; atendamos al llamado del maestro de Jodorowsky, Ejo Takata: “Intelectual, aprende a morir”. Penetremos en el misterio del Ser como es y de las cosas como son, sin el filtro de la identidad que nos separa del todo. Seguramente, tendremos muchos tropiezos, pero recordar los principios que aquí se exponen, puede conducirnos nuevamente al estado de atención constante que merece la búsqueda y la construcción de la felicidad.    

José Manuel Ruiz Regil
De "Historia de mis libros"

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