Ruinas embarazadas de ruinas que
paren ruinas, es la geometría del espacio virtual que Eduardo Romo pretende
conquistar con Falsas Estructuras, un proyecto de construcción efímera dentro
de otra efímera escultura –si a las ruinas del tiempo nos atenemos- , y que
utiliza la idea de la fe como cimiento de un imperio hoy menguado por la razón,
la física y la mercadotecnia. La nave principal del Ex Convento de Santa Teresa
se ve preñada por la fecundidad creativa del autor de una sola pieza en dos
instancias. Un obelisco, torre o pirámide invertida posicionada de manera
vertical y otra horizontal simbolizan el plano cartesiano X, Y de nuestra
axiología moral, donde flotan las parábolas dogmáticas, las hipérboles
semánticas y las tangentes filosóficas, políticas y económicas que se
desmoronan hoy, al vislumbrar, en el amanecer del siglo XXI, la tercera
dimensión: el eje impredecible de las Zetas, otorgando valores antípodos y complementarios,
al tiempo que exalta y disminuye la calidad o validez de un discurso frente a
otro. Principio y fin, positivo y negativo, luz y obscuridad, fe, credulidad y
agnosticismo se tocan y trastocan para recrear un nuevo orden de cosas.
Este mecanismo es la gran
metáfora, la síntesis plástica que evidencia el cisma en que se encuentra hoy
día no sólo la fe, sino la estructura per
se de la civilización como la conocemos (diríase la estructuridad) de lo
que ha dado sustento a la operación cultural de occidente en los últimos dos
mil años. El hecho de que el autor construya estas estructuras -que no son
falsas, sino que son reales, pero evidencian una palpable falsedad ex profesa-; y las introduzca como un
virus camuflado en la nave principal del ex templo de Santa Teresa, cimbra en
su columna vertebral la piedra fundamental de la institución.
El nombre de la exposición
contiene una aparente paradoja, más al estilo de un oxímoron que ya anuncia el
truco en el que nos va a meter. Por naturaleza, se supone, una estructura no
puede ser falsa. Si fuera así no funcionaría. La estructura del DNA que no es
una verídica concatenación de acontecimientos bioquímicos, es una mutación que
acaba por destruir al organismo que lo contiene. Así es el abordaje que, de la estructura
como modelo funcional de la sociedad contemporánea, Romo se plantea cuestionar.
Y lo hace a través de estas piezas físicamente contradictorias. Una torre que
se va ensanchando a medida que crece hasta que se desborda sobre sí misma es la
unidad mínima semántica que expresa el desarrollo de una forma que como el
mítico uroboro, cada vez que abre la boca, se muerde la cola, devorándose a sí
mismo en su afán depredador. Esta simulación de grandeza deja pistas críticas
al devaluar la calidad de los materiales que supuestamente son los cimientos
que proyectan solidez y permanencia, develando la falsedad de los eufemismos
dogmáticos e ideológicos que sólo han servido para mantener un montaje de
guiñol. Tan endeble parece hoy el mito sobre el que se ha construido la
administración más grande de la fe, y en la que se ha cultivado el imaginario
colectivo de gran parte de la humanidad.
Cual Galileo, quien en su siglo
XVI cuestionó el modelo astronómico para demostrar que la tierra no era el
centro del sistema planetario, cambiando con ello los paradigmas científicos
hasta entonces conocidos, la intervención de Romo nos sugiere cuestionar la
lógica de la ecuación altura, tamaño, amplitud igual a grandeza, frente a las
fisuras por donde se filtra el detritus de la institución ¿Por qué obviar esta
neo-babel de creencias que han degenerado la fe cristiana en escisiones
disidentes que buscan respuestas que el clero católico ha negado, creyendo con
eso mantener su poderío espiritual sobre las almas? ¿Por qué no mirar del mismo
modo todo lo demás y cuestionar estructuras como el contrato social, el
trabajo, la economía, la educación, la pareja, la familia, que en su momento
ayudaron a construir una civilización que hoy culmina, quizás; y estemos
sentados en primera fila asistiendo al día de su desplome? ¿Es acaso, Falsas
Estructuras el tráiler previo al largometraje de la destrucción que anuncia el
fin de un mundo como lo conocemos para dar paso a otro mejor o diferente; hacia
un contenedor más congruente con la humanidad que somos hoy?
The
uroboro of modernity or the schism of the rule of faith
By Jose
Manuel Ruiz Regil
Translated
by Alejandra Vega Haro
Pregnant ruins of ruins that give birth to ruins. This
is the geometry of the virtual space Eduardo Romo pretends to conquer by means
of his False Structures, an ephemeral construction project within another
ephemeral sculpture - if by the ruins of time we abide ourselves-, which uses
the image of faith as foundation of an empire diminished by reason, physics and
marketing.
The principal nave of the Ex-Convento de Santa
Teresa seems pregnant with the creative fecundity of the author of just one piece
in two instances.
An obelisk, tower or reversed pyramid positioned in
a vertical way and another one horizontal symbolize the Cartesian plane of our
moral axiology, where the dogmatic parables float, the semantic hyperboles and the
philosophical, political and economic tangents crumble as they glimpse, in the
dawn of the 21st century, the third dimension:
The unpredictable axis of the Zeds, granting antipode
and complementary values, as it arouses and diminishes the quality or validity
of one speech as opposite to another.
Beginning and end; positive and negative; light and darkness;
faith, credulity and agnosticism touch and disrupt each other to recreate the new
order of things.
This mechanism is the great metaphor, the plastic
synthesis that demonstrates the schism in which not only the faith lays today,
but the civilization structure per se, as we know it (we might say the structurity), of what has given sustenance
to the occidental cultural operation for the last two thousand years. The fact
that the author built these structures - which are not false but real, and demonstrate
a palpable untruth expressly - and introduce them as a virus hidden in the main
nave of the former church of Santa Teresa, quivers its backbone with the cornerstone
of the institution.
The name of the exhibition contains an apparent
paradox, in the style of an oxymoron announcing the trick in which we will be
involved. It is supposed that for nature a structure cannot be false. If so it would
not work. The structure of DNA, which is not a true concatenation of
biochemical events, is a mutation that eventually destroys the organism
containing it. This is the approach Romo seeks to challenge regarding the
structure and functional model of contemporary society. And he does so through
these physically contradictory pieces. A tower that widens as it grows until it
overflows onto itself; is the minimal semantic unit that expresses the development
just as the mythical uroboro who bites its tail every time it opens its mouth
devouring itself in a predator’s quest. This simulation of greatness leaves
critical tracks by devaluating the quality of the materials that supposedly are
the foundations that project solidity and permanence, revealing the falsehood
of the dogmatic and ideological euphemisms that only have served to support a puppet
montage. So weak seems today the myth on which the largest management of faith was
built, and in which the collective imagination of major humanity has been
cultivated
Just as Galileo, who in the 16th century
questioned the astronomical model to demonstrate that the Earth was not the
center of the planetary system, thereby changing the scientific paradigms known
at that time, Romo’s involvement invites us to question the logic of the equation
height-size-width equals to greatness, opposite to the fissures through which
the detritus of the institution filters. Why should we ignore this neo-Babel of
beliefs that have degenerated the Christian faith into dissident splits seeking
answers that the Catholic clergy has denied, believing they can keep the spiritual
power over the souls? Why don’t we look the same way into everything else and
question structures such as the social contract, work, economy, education, marriage,
family, who once helped build a civilization that seems to be culminating? Perhaps
we are sitting in the front row, waiting for its collapse. Is False Structures
the trailer before the feature film of the destruction that announces the end
of the world we know, making way for a better or different world into a more
consistent container with the humanity we are today?
In the hallways of the church the speech continues,
where the author hits the nail on the head with twelve multiform structures, as
closed shrines, through which the spectator will confront the mystery of faith
or choose to access the scientific malice of the proof that dilutes any memory of
innocence. And in the chapel of the spirits there is a video with the record of
the construction of the towers and their eventual collapse. Maybe the form of
every sacred sarcophagus answers to the morphology of its contents? Or is it that
every myth acquires the shape and size the believer awards to it? Could it be
that in the center of the hurricane there is nothing? This is the structural
treatment with which Romo quivers our beliefs questioning the historical
existence of Jesus, the improbable virginity of Mary or the institutional
perversion that forces priests to chastity. It is in the spectator's decision
to approach the mystery and reveal it or to remain subject to the power of the lie.
José Manuel Ruiz Regil y el autor de Falsas Estructuras Eduardo Romo
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