La amante del ghetto, de Pedro Ángel Palou, Ed. Planeta. |
Con el premio que gané en el 4to. Concurso de Cancionistas de El Péndulo compré, entre otros libros y una rica comida que compartí con Claudia, la novela La amante del ghetto, de Pedro Ángel Palou, la más reciente obra de este prolífico escritor, editada por Planeta. Había leído El diván del diablo y tenía muchas expectativas con respecto a ésta. Leí en internet el capítulo I de El impostor, la historia ficcionada de Paulo de Tarso, que todavía no consigo en libros de usado, y el rasero que le había puesto a este miembro de la generación del crack era bastante alto. Pero ya me había dado cuenta de que de todos, era el más accesible, comercial, sin que esto demerite la calidad de su obra; al contrario.
Tengo un compromiso generacional y afectivo con este grupo
de escritores de origen común, aunque de disímbolos alcances. Al que no le he
entrado es a Volpi. Ya tendré que estudiarlo poco a poco. A Ignacio Padilla lo
traigo entre ceja y oreja pues además de la bella amistad que compartimos en la
adolescencia, su obra pieza a pieza me cautiva y alimenta el espíritu,
sobretodo, su ensayo, por la poética de sus ideas.
A Palou lo he ido conociendo con la lealtad de un lector dispuesto
al que va conquistando de maneras muy diversas. Primero lo conocí en los
programas de Los alimentos terrenales,
del Canal 22, que presenté en Zona Áurea, boletín quincenal de Arte Duro, luego
lo he leído en artículos históricos y en sus publicaciones de Facebook, y ahora
con sus novelas.
La amante del ghetto
es una novela de venganza, ubicada en 1947, después de la segunda guerra
mundial. Zofia Nowak es la protagonista que al salir de Auschwitz se integra a
un grupo de asesinos judíos llamados Nokmim,
en una operación encubierta denominada Temporada
de caza, que dura poco tiempo, y en la que tienen como misión ultimar a varios de los Sonderkommando del ghetto de Varsovia, a
los que se les acusa de matar directamente a cientos de judíos en los campos de
concentración. Sin embargo, el enredo moral se trensa cuando Zofia, que para
efectos de esta segunda vida toma el nombre de su gemela muerta, Tania, se
encuentra a Henri Tarnovski, identidad falsa de Albert Klubert, quien había
sido su amante y verdugo en las barrracas, y de quien jura vengarse como parte
de su lista personal de ejecuciones.
Esta historia ambientada a finales de los años cuarenta, en la
resaca de la violencia y el sinsentido de la guerra maneja de manera impecable
la reproducción histórica del Paris de posguerra, sin caer en excesos que
distraigan la atención de lo importante; su ritmo cosmopolita, la dinámica
social y cultural de la época, con los personajes destacados del medio
artístico, político y de la moda, pues a la desolación y la banalidad se
contraponen un erotismo urgente y el aprecio del instante. Así se trama la
participación de Christian Dior, Balenciaga, Picasso, Camus y Cocteau quienes no son un capricho del autor,
sino que gracias a su narrativa magistral refuerzan la verosimilitud de la
historia, aportando esos toques de color a la sordidez que el tema obliga.
Para ser honesto, como les decía yo venía de la experiencia
de El diván del diablo, donde la
atmósfera psicológica es más opresiva y la metáfora en diferentes niveles me
dejó leer un discurso filosófico relacionado con la vocación, y hasta divagar
metafísicamente con la imagen inspirada de la casa de los enanos, inspirada
según Palou, en los dibujos de Piranessi. Y al toparme con la fluidez de diálogos
y velocidad narrativa de La amante del
ghetto me sentí un poco decepcionado. Incluso le comenté a mi mujer que
tenía intenciones de leerla pronto para cambiarla por otra de él mismo, porque
me parecía sosa. Así es que la dejé en mi buró, para enterarme dos días después
de que ella, voraz lectora de este género literario, la había leído y su
opinión era muy distinta a la mía.
Dejé pasar unos días en los que di prioridad a otras
lecturas hasta que por fin volví a esta historia. Poco a poco fui entendiendo
el juego –no soy lector de novelas, más bien de ensayos y poesía, lo que no
significa que haya leído pocas-; pero línea a línea la escritura de Palou me
fue dando argumentos para reconfigurar mis expectativas –como hace toda buena
obra de arte- y empecé a valorar el trabajo que tenía enfrente. Esa supuesta
ligereza no era más que producto de una muy depurada técnica narrativa que
resulta de contar únicamente lo que hace falta contar.
Todos hemos visto cualquier cantidad de películas sobre el
holocausto judío, campos de concentración, nazis y torturas. Sabemos de sobra
acerca de los abusos que sufrieron los presos en las cámaras de gas, y hemos oído
cientos de testimonios de sobrevivientes de Auschwitz. El escritor cuenta con
ello y utiliza muy bien su oficio para contarnos los motivos y dejarnos bien
claras las razones por las cuales Zofia Nowak se convierte en asesina, y los
laberintos que ha de sortear para cumplir su cometido; la decisión ética que
habrá de definir el resto de su vida y el dilema que vive esos últimos momentos
cuando tiene encañonado a Albert Klubert esa mañana fría en la playa del Hotel
de L´ile.
La amante del ghetto bien
podría ser una pieza de 800 páginas llena de datos farragosos y largas
disquisiciones histórico-políticas, sin embargo Palou prefiere entregarnos al
personaje desnudo de macro historia y sumergirse en contar el día a día de un
solo personaje, facetándolo no como un héroe ejemplar, sino como un individuo
real, creíble, falible e incierto, como todos nosotros; cuya dignidad lo impele
a no volver a ser víctima jamás y construir con eso el resto de sus días.
En la tradición judía un Kadish
es una oración corta que se dice cuando alguien ha perdido a un ser
querido. Contrario a lo que la creencia popular sostiene no es una oración para
los muertos, sino para los vivos. Pronunciarla ayuda a elevar el nivel del alma
del difunto y obtener mayores gracias en el mundo venidero. Esta novela adopta
simbólicamente el valor ritual de esta oración y abona con sus páginas devotas a
la salvación de las almas sacrificadas en la guerra. A ella se suman nuestras
lecturas.
Zofia Nowak es la recuperación del sujeto libre, emancipado,
ético que en verdad está en posición de elegir porque lo ha perdido todo, y por
tanto tiene todo por ganar. La amante del
ghetto es una novela que evoca sin contar, que cuenta sin decir, que dice
sin narrar; que avanza con el diálogo y la acción de los personajes a los que
vemos desfilar como si estuvieran frente a una pantalla de televisión, como en
una serie; su visibilidad es total. Tiene la belleza de aquel apotegma que
reza: ni más, ni menos.
José Manuel Ruiz Regil
Analista cultural.
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