“El camino de los libres es el del precipicio”
Silvia Zambrano
Qué lástima que haga tanto calor este
medio día, porque para leer Cinosargos,
de Silvia Zambrano que presenta felizmente la editorial VersodestierrO y disfrutar toda la carga mitológica que cada uno de
sus poemas entraña, habría que cubrirse el cuerpo con una buena piel de oso, o
de lobo blanco; embozarse el rostro con una piel de visón, o con una tupida
barba pelirroja, mientras se escucha una danza vikinga al vapor de un vino
caliente, y dejar que toda la genealogía germánica, de la zona ártica, del mar del
norte, de los bosques de Noruega, Suecia, Finlandia o Dinamarca invadan los
ojos y la fantasía.
Este poemario cuyo título guarda una
sonoridad canina y nos remite a la Grecia del siglo IV a.c. con Antístenes y
Diógenes, a quienes la sociedad de su tiempo calificó de “perros” o “aperrados”
(Kyion, perro, de ahí kynikos, cínico) por llevar al extremo
su idea de libertad y desvergüenza; por llevar la ironía socrática al sarcasmo
y pretender ser como tábanos, tratando
de despertar a sus contemporáneos para forzarles a reflexionar, comienza
contando la Historia del perro blanco
(vida y mitos), donde la autora plantea una dicotomía de valores entre la
luz y la oscuridad:
Para conocer el astro/ sólo deseo perderme en lo negro/
así como entre la anarquía y la estructura formal en la que la métrica elegíaca, que combina hexámetros y pentámetros según la tradición, deambula entre varias mitologías.
Para conocer el astro/ sólo deseo perderme en lo negro/
así como entre la anarquía y la estructura formal en la que la métrica elegíaca, que combina hexámetros y pentámetros según la tradición, deambula entre varias mitologías.
De este modo cita con total
asimilación de los mitos nórdicos las sagas Nibelungas, Artúricas, Órficas y
Eleusinas como si se tratara de un álbum de estampas épicas de familia, descripciones
que elogian, inquieren o recuerdan, como escenas de tapices antiguos en donde
puede leerse el inframundo; anticipaciones, prefacios y conjuros; prólogos a la
imaginación. Una apología épica de modernidad insospechada, pues, lo advirtió Jorge
Luis Borges en Antiguas Literaturas
Germánicas, (FCE, 1951) “La influencia germánica durante los primeros
siglos de nuestra era es desconocida casi en absoluto para el lector de lengua
española”. Esto añade, al tono del libro un elemento de rareza que lo
distingue.
Como lo hicieron los Escaldos hacia el
año 1000, poetas de conciencia literaria e intención creadora, que
evolucionaron las formas de la poesía bajo el influjo de los celtas de Irlanda
y de los latinos, combinando la asonancia y la rima con la antigua aliteración,
Zambrano labra una musicalidad en sus poemas que permite al lector tomarlos
como el mascarón de proa que habrá de guiarlo a puerto seguro en la armonía de
su construcción y sus conceptos.
Un
movimiento acecha la espesura/ es dactilado áspero hierro/ es el reptil escualo
cuchillo/ que decanta ácido/ que desciende negro
Los escandinavos crearon, o
desarrollaron, la cantilena épica (kvitha),
el poema genealógico (tal), la
canción de alabanza (drapa), las
encantaciones (galdr), el poema
dialogado (mal) y el cantar (liod). Y es importante recordar que
sobretodo, estos poetas, los Escaldas (poetas cultos escandinavos) utilizaron
como unidad poética la Kenningar, voz
derivada del Noruego Kenna, que
significa conocer, Kenning, nombrar.
Metáforas idiosincrásicas con las que los vikingos describían la realidad.
Cundieron en el año 100. Por ejemplo, para referirse a la lengua decían “espada
de la boca”; El mar era el “prado de la gaviota”; la espada era la “vara de la
ira”; la poesía era el “licor de Odín”, por poner unos ejemplos. Es decir, se
tomaba una parte significativa que representara al todo de lo que se nombra. Con esta misma idea de construcción la poeta crea su sintaxis:
En el poema Un hoyo negro hay un ejemplo, dice: “Mira como implota la
estrella/mira cómo la piedra/ se hace túnel/
puerta de caverna”.
En otras piezas encontramos imágenes como Plomo aéreo para referirse a la bala de la catapulta, Saeta de agua, Ahuja de plata o Astilla de luz, para nombrar una chispa de fuego o un cometa; en otro más Lobo albino que desciende de los neuros; en otros, El poeta de la lira, el vástago de la musa, el eremita del cielo. Incluso al usar una sola palabra como cuando dice el Estilita, el etíope o el Estagirita, el metalenguaje rebasa la alusión historiográfica para dar un nuevo significado a la imagen del verso.
En otras piezas encontramos imágenes como Plomo aéreo para referirse a la bala de la catapulta, Saeta de agua, Ahuja de plata o Astilla de luz, para nombrar una chispa de fuego o un cometa; en otro más Lobo albino que desciende de los neuros; en otros, El poeta de la lira, el vástago de la musa, el eremita del cielo. Incluso al usar una sola palabra como cuando dice el Estilita, el etíope o el Estagirita, el metalenguaje rebasa la alusión historiográfica para dar un nuevo significado a la imagen del verso.
Por otro lado hay que recordar que el centro estructural de la mitología nórdica está asentado en el símbolo del árbol, Yggdrasill, el fresno sagrado donde brota la vida en su dualidad complementaria. Este árbol celta cuya base contiene 9 mundos que se cruzan, se yuxtaponen, se encuentran y se desencuentran tiene 3 raíces principales: Helheim, que llega al caldero donde se origina la vida; Midgard, donde están los manantiales, y Asgard, la morada de los dioses. Pues anclado a estas tres raíces nutridas del magma cósmico está Cinosargos, y a través de su evolución crea puntos de contacto entre el inframundo, el mundo terreno y el mundo celestial. Las ramas y las hojas de Yggdrasill, silban a coro y únicas en cada poema al nombrar La colina de Tara, el Samhain, la melodía de Aillen; al guerrero Beowulf, a Grendel el dragón, al dios Dagda; a Sigfrid y a su espada Balmung, la runa de Odín o a la princesa Kriemhield haciendo un filtro de amor; Esopo, las Valkirias y un Dólmen; Arturo, Vinland, Tristán, Orlando, Baco, Dionisios, Lohengrin, entre otros.
La tercera parte del libro Jano sueña, anunciada como un himno, sintetiza todavía más la postura cínica de Diógenes quien se proclamaba ciudadano del mundo y no de una sola ciudad, y con ese pasaporte de cinismo, Zambrano cruza las fronteras geográfico-temporales y borda una colcha de parches policromos en que los mitos se entreveran en una lectura actual y contemporánea que sintetiza y rescata los valores mítico-históricos para construir al héroe del presente, poligonal; fractal, diríamos ahora.
Cinosargos es un libro único en su género. Se distingue porque su tema es tan universal como el collage de folclor con que golpea en la cara al vacilante lector, sacudiéndole sus más oscuros arquetipos, y a la vez está escrito desde una individualidad tan personal y subjetiva, desde una lectura tan íntima de las sagas que invita a revisar los cantos fundacionales no sólo de la literatura escandinava, sino de todas las literaturas y actualizar los valores con los que construimos a los héroes –si es que aún queremos construirlos-; restallando armaduras axiológicas, para nutrir las batallas del presente, tanto con los semejantes, como con los demonios internos, lo mismo que con entidades celestiales de extraordinaria luminosidad.
Sólo heredando la lección de los
cínicos podremos romper las barreras mentales que compartimentan el
conocimiento y los límites de la forma para acceder a una suerte de mitología
comparada y práctica, que permita al individuo de hoy, nutrirse con la
posibilidad de perfección, fuerza y poder que inspire las nuevas Sagas de los
próximos tiempos, pues el cambio de orden es ya inminente y no se ve en el
horizonte un basamento fantástico que sustente el origen del nuevo caos.
Me llama la atención la última sección
del libro titulada Haikús, pues el
brinco meridiano nos cambia de tono y ritmo. Dejamos atrás las Sagas, de Sag, say, decir, para abordar otra
tesitura poética cuya única afinidad que mantiene, desde mi punto de vista, es el
reino de la naturaleza. Esta forma japonesa que propone cantar el instante en
un instrumento medido de versos de cinco, siete y cinco sílabas construye un
estanque plácido para digerir en bellas y suaves pinceladas revelaciones
sutiles del ojo, como fotografías macro hechas a gran velocidad en las que se
puede apreciar el instante que escapa a la mirada ordinaria, distraída.
Sin dejar de reconocer la habilidad de
la autora para el manejo del Haikú, me
hubiese sido más orgánico evolucionar las Kenningar a su segundo o tercer grado
como sugiere el Hattatal (recuento de
estrofas) de Snorri Sturlusson para mantener la unidad formal.
Bienvenido Cinosargos de Silvia Zambrano. Bienvenidos los mitos que nos
expliquen de otra forma, ya no el origen del mundo y sus misterios, sino sus
devenires y anhelos, como lo hace esta escalda moderna, quien declara
triunfante ¡Hoy he visto el astro!
Odin
Viejo dios del norte
que camina por el bosque
solo
mirado por los silfos
oye
y en ecos reconoce que lo arrullan
los cantos de los nixos
cierra el ojo único
para buscar el descanso
que da la brisa
cíclope de conocimiento
una siesta breve
a la sombra de los tilos
(sueño de valquirias)
Odin
Viejo dios del norte
que camina por el bosque
solo
mirado por los silfos
oye
y en ecos reconoce que lo arrullan
los cantos de los nixos
cierra el ojo único
para buscar el descanso
que da la brisa
cíclope de conocimiento
una siesta breve
a la sombra de los tilos
(sueño de valquirias)
Pág. 35.
*José Manuel Ruiz Regil. Analista cultural.
Texto de presentación del libro Cinosargos, de Silvia Zambrano leído en la explanada del Foro Cultural José Martí el 12 de abril
de 2013.
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